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Diario El Argentinoviernes 26 de abril de 2024
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La actividad gastronómica y hotelera de la ciudad es hoy un sector devastado

La actividad gastronómica y hotelera de  la ciudad es hoy un sector devastado

La industria turística de nuestra ciudad representa una de las tantas actividades que a lo largo de los años generó empleo genuino en la ciudad, impulsó la construcción y el sector inmobiliario. Con casi 250 complejos el rubro vive una devastación histórica por la cuarentena y le llevará años poder recomponerse.


 

 

POR DIEGO ELGART

EL ARGENTINO

 

Cada hotel que se cierra y cada restaurante que baja su persiana no es únicamente el fin de una PyME y la pérdida de puestas de trabajo, también hay una afectación directa en todo el entorno donde el negocio se desenvolvía.

Significa un quiebre de toda una cadena productiva, y de la pérdida de un capital humano que tardó años en poder capacitarlo para estar a la altura de las exigencias de un mercado cada vez más competitivo.

Se estima que son 250 los complejos turísticos que funcionan en la ciudad, que van desde bares, restaurantes, hoteles y para hoteles, que generan puestos de trabajo todo el año, pero luego de meses sin trabajar, el temor a la pandemia y una cuarentena que mermó a la mitad los recursos de la clase media, fue el condimento perfecto para la destrucción del sector turístico y hotelero de la ciudad.

Algunos tienen la esperanza de volver a la normalidad en octubre, pero en cada propietario de un hotel o restaurante hay una pregunta que retumba en su cabeza ¿Con quién voy a poder trabajar? ¿Podrán venir los uruguayos, podrán venir los turistas de la CABA o provincia de Buenos Aires?

Algunos no lograron sobrevivir, a más de un mes de la reapertura. Fue el 30 de mayo en la que el COES municipal, adhirió al decreto del gobernador Gustavo Bordet para la reapertura de los negocios del sector. El personal de salud del COES, capacitó a los hoteleros y gastronómicos para llevar a cabo la reapertura, pero esto también significó costos adicionales para atender las normas de bioseguridad de los empleados y las instalaciones.

Ya pasó un mes de esa reapertura y algunos no lo lograron, decidieron cerrar, hacer frente a los costos fijos, dejar que a los empleados cobren la ayuda del Gobierno nacional y abrir cuando el panorama aclare.

Esta fue la estratégia que empleó  Agustín Rosado que tiene el restaurante “Con el Cuchillo entre los dientes” en Costanera.

“Decidí cerrar el domingo pasado, tras cuatro fines de semana, porque la verdad es que la gente no está saliendo. Hablé con mis empleados y les dije no podemos seguir así es patético tener el restaurante vacío en todos los turnos. Tengo una capacidad para 120 personas en el interior del local”, dijo.

“Me sale más barato aguantarme la carga de los sueldos estos tres meses que faltan y volver a abrir en primavera , al seguir abierto con todos los costos que eso implica. Nunca se sabe cuánto se va a vender y el delivery no es nuestro fuerte, porque solo es un complemento, para poder funcionar necesitamos ocupación de mesas y no las tenemos.

Cuando salía a recorrer la Costanera, veía que solo había tres restaurantes abiertos, y entre los tres locales no sumábamos ni diez mesas los fines de semana”, dijo el empresario gastronómico al intentar reflejar el escaso movimiento de personas y vehículos que hay en ese sector de la ciudad.

“No hay forma de poder funcionar así, el daño ya está hecho y no quiero seguir sumindo más deudas y gastos”.

Agustín tiene cinco empleados que hoy cobran el APT, se dedica al negocio gastronómico desde hace 17 años y  hace tres abrió el local que el domingo pasado decidió cerrar a la espera de un panorama más previsible.

“Nunca se vio algo así, esto es una catástrofe, en la ciudad debe haber unos 250 pestadores y hoy entre hoteles y restaurantes debe haber abierto 15 negocios en total. El impacto de todo esto es terrorífico y nos perdimos cinco fines de semana largo de los cuales dos de ellos eran de cuatro días Semana Santa y los cuatro días del 9 de julio, que hubiera sido de una gran ayuda. Nos perderemos las vacaciones de invierno; las vacaciones de primavera de los uruguayos y lo que más preocupa es que no sabemos qué es lo que biene, no tenemos certeza de cuándo va a terminar todo esto, estamos sin fecha estimativa de cuándo vamos arrancar la actividad”.

Por ahora Agustín, pudo soportar las perdidas con los ahorros que logró juntar luego de una  buena temporada estival, “pero si el próximo verano es malo, directamente voy a tener que cerrar en marzo del año que viene definitivamente”.

 

Alberto, de lavacopas a

 empresario gastronómico

 

Alberto Caballero, es el dueño del restaurante Crecencio, en el mismo local en el cual durante décadas funcionó Dacal, y desde hace dos años alquila el salón.

Alberto aprendió el oficio trabajando desde los 12 años. Ingresó a Dacal como lavacopas, siguió como ayudante de cocina, barman, parrillero y finalmente como encargado del restaurante hasta que se vendió y decidió alquilarlo.     

“El propietario del local me cobra el 50 por ciento del alquiler para poder aguantar esta situación y luego ver cómo nos arreglamos en el verano, sino hubiera sido por la buena voluntad del propietario del local no hubiera podido seguir. Mantener una estructura como esta es costosa, tengo cinco empleados que hasta ahora puedo pagarles el sueldo”, dijo.

“Desde que reabrí, comencé hace un mes y medio con delivery, pero es muy poco lo que deja. A partir del primero de junio comenzamos con la atención al público y también es muy bajo, el único domingo que pudimos trabajar un poco mejor fue el Día del Padre. Estamos trabajando en un 15 por ciento de lo que hacíamos antes de la pandemia”, indicó.

“Tengo 480 mil pesos de costos fijos mensuales y en el primer mes de la reapertura no llegué a recaudar ni 100 mil pesos. Ante este panorama conviene cerrar el negocio, pero yo soy de la idea que si cierro ahora, ya no voy a poder abrirlo más, tendría que ir a la quiebra. Hoy quiero tratar de aguantar hasta septiembre”, remarcó.

No obstante, Alberto sintió un poco de alivio cuando se enteró que el lunes le habían aprobado el ATP, lo que podrá seguir funcionando, “gracias a esto tal vez podamos llegar hsata septiembre”.

 

El Apart Hotel más

cerca de la Terminal

 

 

 

 Marcelo Martinez, abrió su apart hotel  Macaripana en 2006. Pertenece a una familia gastronómica de inmigrantes uruguayos que vino a la Argentina en busca de una nueva vida y prosperidad. Su padre llegó a tener tres restaurantes en Buenos Aires y finalmente desembocaron en Gualeguauchú.

Marcelo era muy joven cuando decidió alquilar el apart hotel de Av. Artigas casi Pasteur, que hoy tiene 16 habitaciones y es el hospedaje más cerca a la Terminal y al Corsódromo en toda la ciudad.

Hoy solo trabaja con viajantes esenciales, lo que vende productos de ferretería, veterinarios o los que tengan que ver con insumos de salud, pero los ingresos no son suficiente para sostener toda la estructura.  

 “El primero de junio del 2006 comencé a trabajar en este hotel,  con la habilitación a nombre mio, tuve que invertir mucho para mejorar la estructura y poder agregarlo al circuito turístico. No tenía aire acondicionado, gas natural, eran servicios básicos esenciales e incorporarlo en la grilla turística como un hotel que puede brindar todos los servicios”, explicó.

 “En este momento la hotelería tocó fondo, ya no es rentable y las perdidas que nos causó la pandemia hace que el negocio no tenga futuro. Cuál es el plan, no tenemos nada a que aferrarnos para decir bueno voy a soportarlo con créditos, me endeudo, no despedí a ninguno de mis empleados, pero al mismo tiempo si la actividad no levanta, en noviembre bajo la perciane y me voy definitivcamente del negocio”.

Pero Marcelo no es el único perjudicado, también el barrio siente el impacto. Al lado del hotel hay una roticería, que los principales clientes son las personas que se alojan en el hotel. En verano cuando las habitaciones se llenan, el edificio llegó a albergar hasta 64 personas, que terminaba beneficiando a los almacenes, supermercados, panaderías y carnicerías de la zona.

Si Macaripana cierra para antes del comienzo de la temporada estival, su impacto se sentirá en el barrio.

“El ATP pude conseguirlo, tengo dos empleados y ahora estoy gestionando créditos, pero no tuve suerte”, expresó.          

 Pese a que el sector recibió ayuda del Gobierno nacional y ahora se estudia la implementación de créditos y excensiones impositivas por parte del municipio para la actividad, nada es suficiente para recuperar uno de los sectores más duramente golpeado por la cuarentena. 

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