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Homenaje-conversatorio sobre la vida y la obra de Arturo Gerardo Guastavino
El pasado miércoles 14, con motivo de los 123 años del nacimiento del prestigioso artista plástico gualeguaychuense (1897-1978), se realizó un encuentro con el nombre del epígrafe, organizado por la Dirección de Cultura de la Cámara de Diputados de la Nación y transmitido en vivo por la plataforma zoom. La palabra conversatorio alude a una modalidad expositiva que permite breves intervenciones entre los disertantes de la mesa expositora durante la actuación de cualquiera de ellos. Dicha modalidad contó con el apoyo de un valioso material ilustrativo. y con presencia de las siguientes integrantes: Diana Guastavino, comunicadora y sobrina del homenajeado; la arquitecta Marta Echeverría, representante del Instituto Magnasco de nuestra ciudad; la Lic. Gabriela Jurevicius, jefa del Departamento de Muestras y Museo de la Dirección General de Cultura de la Cámara de Diputados; Analía Golomonoff, directora del Museo Provincial Rosa Galisteo de Rodríguez, de Santa Fe, y la Lic. María Pía Tamborini, restauradora y conservadora del Museo Legislativo que actuó como moderadora del encuentro, un encuentro que resultó interesante, fluido y amable.
La Sra. Diana Guastavino se encargó de reconstruir la vida del artista a través de sus recuerdos de infancia y de los relatos de uno de sus discípulos: Egon Paul Hoffmann. Evocó a su tío en Gualeguaychú, siempre alegre y cargado de regalos para los chicos de la familia, a quienes contaba historias que los atraían.
Puso énfasis en que Guastavino fue alumno de Camila Nievas –por entonces Presidenta del Magnasco−, quien lo estimuló en la práctica del dibujo cuando comprobó sus condiciones artísticas y se preocupó por su formación profesional. Por ese entonces, Guastavino realizaba caricaturas que solía exponer en algunos locales de la ciudad. A los 21 años, gracias a una beca comunitaria, en la que mucho tuvieron que ver el padre Colombo y el Instituto Magnasco, Guastavino se instala definitivamente en Buenos Aires para perfeccionarse. Allí publica caricaturas políticas e irónicas en diarios como Crítica y La Gaceta y en la revista El Hogar y ya para 1930, se ha relacionado con muchos plásticos, empieza a mostrar sus obras en exposiciones y galerías y se gana un lugar en el mundo del arte. Más tarde accederá a la administración pública y cuando se jubila, lo nombran asesor artístico del patrimonio de la ciudad,, motivo por el que le confían la pintura de los murales del Congreso ubicados en el antiguo comedor de la Cámara de Diputados, hermosa obra inspirada en la variada geografía argentina.
El artista murió en El Palomar. Se había casado con María Prieto, una española con quien compartió inquietudes estéticas; ella era profesora de Arte y muy buena crítica; tuvieron un solo hijo, Carlos.
Por su parte, a Arq. M. Echeverría se concentró en la vinculación de Guastavino con el Instituto Magnasco y aseguró que la institución acompañó su trayectoria desde el principio, cuando empezó con las caricaturas y se consagró en la ciudad por dibujar a los asambleístas del Frigorífico Gualeguaychú −un motivo determinante para la consecución de su beca en Buenos Aires−. Después, a entidad fue siguiendo con satisfacción el desempeño ascendente del joven artista: su título de Profesor de Dibujo de la Academia Nacional de Bellas Artes Prilidiano Pueyrredón, en 1939; la recepción de importantes premios; la proyección de su carrera artística como pintor, escultor y muralista, más allá del reconocimiento que ya tenía como dibujante; la distinción de la Legión al Mérito Entrerriano porque “con su obra plástica paseó el nombre de la provincia y de su ciudad natal, Gualeguaychú, acompañadas de la belleza” (1978).
Luego, la disertante refirió que para la inauguración del edificio actual del Magnasco (30 de mayo de 1942), el Rotary Club festejó el acontecimiento con una cena en la que estuvieron presentes varios artistas, entre ellos, Quinquela Martín, Cesáreo Bernaldo de Quiros y el mismo Guastavino. Este último, llevado por la admiración y la gratitud que sentía por Camila Nievas –fallecida el año anterior− obsequió al Magnasco un retrato que había pintado de su admirada maestra, y tiempo después le dedicará un busto de bronce aunque ya no se dedicaba a la escultura. 0tras piezas importantes llegarán más tarde al Instituto: “Retrato” (de su esposa María), “Paisaje de Buenos Aires”, ganadora de muchos premios internacionales. y “Retrato,” una pintura sorprendente e inquietante que el artista retocaba a medida que pasaba el tiempo, como si este fuera marcando el envejecimiento del modelo.
La propuesta de la Lic. Gabriela Jurevicius consistió en ubicar a Guastavino en la historia del arte de su tiempo. “En realidad, la forma de trabajo del artista entrerriano era única, por lo que resulta difícil encasillarlo”, afirmó y pasó a referirse la disputa que existía entonces en el país entre dos corrientes estéticas: la línea nacionalista que recurría al tema del gaucho o a motivos del español colonial, y la europeizante, especialmente la de origen francés. Como ejemplo de la primera línea, destacó el lugar central que ocupaba Cessáreo Bernaldo de Quirós; y aseveró que aunque Guastavino formó parte de su círculo de amistades, mantuvo su estilo personal. También dijo que el artista mantuvo muy buena relación con los pintores de la Boca.
El debate cambia cuando Peetorutti y Xul Solar entran en escena imbuidos por las vanguardias. Guastavino, entonces, parece inclinarse por una postura más con- servadora. Fundamentalmente figurativo, se acerca a la abstracción en los últimos tiempos y en lo que hace a la escultura, tiende a formas más modernas y simples.
La expositora también hizo hincapié en que se abrió a los informalistas, entre los que militaban Antonio Berni y Enrique de Larrañaga; formó parte de cofradías y se definió como pintor-poeta, sobre todo poeta.
En cuanto a Analía Golomonoff, directora del Museo Provincial Rosa Galisteo de Rodríguez, en su breve intervención aludió a las obras de Guastavino que posee la entidad y a la forma en que llegaron a ella y, además, celebró la realización del encuentro, en el sentido de que espacios de esta naturaleza ayudan a los museos a enriquecer y a ajustar la información que poseen sobre su fondo cultural.
En el cierre del homenaje, la Lic. María Pía Tamborini, más allá de las palabras de clausura convencionales, se refirió a Guastavino como el pintor que poetiza su obra y leyó un poema del artista −que él nunca publicó−, relacionado con el cuadro “Retrato”, esa pintura original y fantasmagórica en que el retratista, que solía repensar su edad, vuelve su imagen cada vez más difusa.