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Don Mercado, el hombre
Don mercado se asemeja más a un ámbito que a una persona. Aquí se lo transforma y se le da identidad de operador en un espacio lírico donde se unifican voluntades y se construyen posiciones.
Por Luis Alberto Dalcol
En esa composición muestra facetas de hacedor, de jugador. Aunque lo que más lo hermana es la de pensante, obviamente en la economía, que descansa en la discreción de la lógica.
Personalidad
Su personalidad es cambiante. Cuando es legalizado se viste de gala, como un oficial. Si las condiciones que le fijan están por debajo de lo equilibrado muta a un disfraz, como en paralelo. Este cambio le produce diferencias de crecimiento, normalmente superior en este último, pues debe suplementar los faltantes del primero. Pronto aparece un distanciamiento entre ambos que algunos llaman brecha.
Queda claro que la mascarilla se origina cuando el atavío con que lo visten es estrecho y no le da la soltura o la libertad al normal movimiento que necesita para su desplazamiento. No obstante - es habitual - que al tiempo, el oficial se redima y se adapte al tamaño y formas de su mutante.
Temperamento
Su temperamento es muy particular. Es sensible y hace uso de cotejos. Esto lo diferencia de la generalidad de las personas; principalmente de las que se guían por aquello de que: “las comparaciones son horribles, son malas”. Para él tienen una bondad formidable. Es más, todas las decisiones las zanja por confronte. Lista las distintas condiciones ofrecidas o demandadas y toma la que más se adapta a su necesidad. Compara y contrasta, en eso es extremadamente simple.
¿Para dónde se encamina?
Va al lugar que mejor lo reciben o imaginan; donde más cómodo se siente. Donde lo aceptan y valoran. De algún modo es un careciente. En muchas oportunidades genera conflictos de familia, de nacionalidad y en otros afectos arraigados. Don mercado solo quiere vivir y si es posible de mejor forma a la que se encuentra. Tranquilo, con sus esfuerzos compensados y cosas parecidas. Sin odiseas y en ambientes predecibles.
Monólogo invasor
En la oportunidad, don mercado no ha hablado. Se invadió su intimidad y se han hecho referencias a su rol de hombre. No manifestadas explícitamente por él, sino por lo que se cree expresan sus acciones. Eso no es honesto, no es correcto.
Cada uno tiene el derecho de hacer su “bío” personal (o al menos autorizarla) y no de someterse a que extraños se encarguen de ello. Por dicha razón aquí acaba el indebido monólogo de tratar sobre una la persona ausente.
Mil disculpas.