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Diario El Argentinolunes 20 de mayo de 2024
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Entrevista a Mario Fischer

Entrevista a Mario Fischer

“La celebración de los 200 años de la Patria debería ser una oportunidad para que la ciudadanía se enaltezca en sus convicciones y en su compromiso para fortalecer a la Nación”


Mario Fischer nació el 26 de agosto de 1949. A pocos días de cumplir 61 años, su vida está íntimamente ligada a la construcción de ciudadanía. De hecho, no existe institución intermedia, cultural, educativa y de servicio que no haya gozado de su talento para consolidar determinadas actividades.
Hijo de Agustín y Elba Larrama, es el menor de cuatro hermanos (Cristina, Enrique “Pipo” y Jorge) y padre de una hija, Clarisa.
Comenzó a estudiar abogacía, pero luego se recibió de técnico en administración y producción agropecuaria. Es Martillero Público aunque nunca se matriculó, porque lo hizo para complacer una expectativa paterna, dado que su padre ejercía esa profesión.
No obstante, fue productor agropecuario y administrador de estancias. Pero su destino siempre lo ubicará en el plano de las ideas. No es casual que en algún momento haya construido y puesto en funcionamiento el Teatro Arlequín, una propuesta novedosa en su época y que ofrecía espectáculos y actividades para niños y adultos. Pero por sobre todas las actividades y profesiones, Mario Fischer es un pensador, un oficio tan necesario y vital para comprender estos tiempos.
“Mi padre fue un gran inductor hacia nosotros en materia de arte. A mi hermano Pipo, cuando tenía cinco años le compró un piano excelente porque ya le veía condiciones extraordinarias. Todos los hijos fuimos socios de la Biblioteca Sarmiento, del Instituto Magnasco. Sí, nuestro padre fue el mayor inductor de nuestra identificación con la cultura. Además, siempre se interesó para que nosotros incursionemos en el gusto por las artes, los idiomas, el cultivarnos de manera permanente. Ese fue uno de sus mayores legados.
Hijo de inmigrantes que vinieron de Alemania y de Rusia, mi padre fue un hombre muy auténtico, que se fue haciendo a sí mismo. Él nos inculcó que el mejor camino para alcanzar los objetivos era el esfuerzo personal y él mismo fue un testimonio permanente de ello”, así lo recuerda siempre con una sonrisa que también se le dibuja en la mirada.
Mario Fischer recibió a EL ARGENTINO en la tarde del jueves, cuando una implacable llovizna apuraba los pasos de los transeúntes por calle San Martín.
El 17 de agosto se conmemorará el fallecimiento del Padre de la Patria, José de San Martín, el general victorioso, el hombre que puso las bases de construcción de ciudadanía. Fischer, un apasionado de la vida del libertador, también se permite incursionar en el contexto del Bicentenario y en el tiempo pre fundacional de Gualeguaychú y su actual carácter colectivo. Preocupado por la construcción de ciudadanía, él logra una síntesis de esos tres momentos que hoy están tan íntimamente ligados al presente de cada gualeguaychuense.

-¿Recuerda su primer contacto por el cual comienza a identificarse con San Martín?
-Perfectamente. Esa identificación me llegó gracias a la profesora de Literatura que se llamaba Ana María Martínez de Hanisquiry, una gran maestra que lamentablemente falleció hace un par de años. En cuarto año nos enseñó, entre otras obras de la literatura latinoamericana, el poema El Libertador de Francisco Luis Bernárdez. Ese poema, escrito de una manera tan perfecta, me hizo preguntar a manera de reflexión: ¿quién es este hombre que ha despertado en un poeta como Bernárdez tan honda inspiración? Luego comencé a imaginar un guión, que tuviera a ese poema como columna vertebral, le agregué imágenes y así nació mi primer audiovisual sobre San Martín.

-San Martín es incorporado a la galería de próceres recién a principios del siglo XX. Mientras tanto estuvo en la oscuridad y ni siquiera era nombrado en los textos escolares. ¿Este olvido, esta falta de reconocimiento, también refleja cómo somos los argentinos?
-Es una observación atinada, porque los argentinos todavía tenemos una especie de predilección por el disenso, pero por el disenso en su acepción más estéril. A San Martín se lo puede abordar en muchas dimensiones, pero hay algunas que son insoslayables: como jefe militar al mando de una fuerza binacional que tenía su razón de ser y su propósito en asegurar la libertad de las Provincias Unidas, asegurando previamente la libertad y la seguridad para Chile y Perú. Fue el primero en concebir ese objetivo. Cuando llegó a Buenos Aires, fue el primero en plantar el principio de la libre determinación de los pueblos. Nadie antes había hablado de ese concepto. Todo el mundo esperaba o creía que un general victorioso, derivado de esos triunfos y laureles, estaba habilitado para someter a todas aquellas tierras donde había pisado su caballo y por donde se extendían sus éxitos. Y ese concepto fue vital por muchos años más, incluso se hizo carne en muchos caudillos que sometían a sus adversarios. Sin embargo, San Martín hizo todo lo contrario a lo que se esperaba. Fue el primero en plantar, de manera inequívoca, el concepto de que la libertad de Sudamérica era un derecho soberano de cada uno de los pueblos; pero que solamente se iba a alcanzar si previamente se lo asumía como un deber solidario del conjunto. Él decía que había que ayudarse unos a otros, pero que ello no implicaba tener derecho a anexar territorios a sus patrias de origen.

-El cruce de los Andes fue, de hecho, una proeza que sólo persiguió luchar por la libertad y no adosar territorio como hubiera sido la concepción napoleónica, propia de la época…
-Exactamente. Es más, luego de la Batalla de Chacabuco, San Martín ingresa a Santiago de Chile acompañado solamente por su Estado Mayor, y el Cabildo lo nombra Director Supremo. Y el dijo que no, porque no había llegado con ese objetivo. Que los chilenos tenían a Bernardo O'Higgins, que era un militar patriota y que no le correspondía asumir ese honor. Luego le regalaron diez mil pesos en onzas de oro, que era una fortuna considerable para la época. La idea era que esa fortuna lo ayudara a regresar a Buenos Aires para rendir cuentas de lo actuado y lograr más apoyo para continuar la tarea iniciada en Chile. ¿Y qué hace San Martín? Lejos de apropiarse de esa fortuna, la dona para que con esos fondos se construyera la Biblioteca Nacional de Chile. Y cuando se inaugura esa Biblioteca dijo algo muy actual: “la Biblioteca será destinada a la educación que es más poderosa que nuestros Ejércitos para sostener la Independencia”. Ese era San Martín.

-Sus palabras cobran otra dimensión si se tiene en cuenta su característica de militar…
-Claro. No es menor ese detalle. Porque quien decía que la educación era más poderosos que los ejércitos, lo decía un general de un ejército binacional victorioso. No lo decía Domingo Faustino Sarmiento, Juan Bautista Alberdi, que hubiera sido más correspondiente con el perfil de cada uno. San Martín era muy estricto en el ejercicio de su rol de jefe militar. Fue realmente muy estricto. Pero hay que entender que a él le tocó desarrollar ese rol de jefe militar de un ejército libertador, bajo el estigma de la guerra civil que lo siguió de las Provincias Unidas hasta Chile y de Chile hasta Perú. No se entiende a San Martín sin reconocer que debió custodiar su entidad de jefe militar de un ejército regular y mal entrenado, pero creado por Estados. Y desenvolverse en medio de la guerra civil. En ese sentido son tan importantes o más los testimonios y la manera en que libró las batallas morales que las victorias que obtuvo en un campo de combate.

-Esos testimonios cobran mayor notoriedad o más actualidad en este bicentenario…
-San Martín era una persona muy culta, que hablaba varios idiomas como el inglés y el francés y se manejaba muy bien con el italiano e incluso a los clásicos (Plutarco, Séneca, Cicerón, entre otros) los había leído en latín. San Martín tiene expresiones notables, que reflejan su profundidad como intelectual. Dijo, por ejemplo: “La Patria no hace al soldado para que la deshonre con crímenes. Ni le da armas para que cometa la bajeza de abusar de esa ventaja, ofendiendo a los ciudadanos con cuyo sacrificio se sostiene”. Ningún general, antes que él, había expresado con meridiana claridad la conducta que debe prevalecer en una persona que porta o detenta las armas que le da un Estado. Siempre se mantuvo neutral en las diferencias internas. En ese marco dijo: “Suponiendo que la suerte de las armas me hubiese sido favorable en la guerra civil, yo hubiera tenido que llorar la victoria junto a los vencidos”. Esa manera de preservar la igualdad de dignidad y de valores que merecían ser reconocidos en todos los ciudadanos, lo constituye de manera cabal en el Padre de la Patria. San Martín fundó en Perú la primera escuela normal de Sudamérica, estableció la inviolabilidad del domicilio, la legítima defensa en juicio. Y volviendo a su reconocimiento tardío, debemos concluir que él ejerció una paternidad mucho antes que se le otorgaran los laureles de prócer. Por eso es un grande y en todas sus dimensiones. San Martín enseñó que para defender la causa de la Independencia no hace falta otra cosa que el orgullo nacional, pero para sostener la libertad y los derechos se necesitan ciudadanos.

-Lo que ha visto de este Bicentenario, lo satisface…
-Uno siempre quiere más. Creo que hay un componente ineludible a la Nación y que es la ciudadanía. La Nación se conforma de un ordenamiento jurídico, de instituciones y de ciudadanía. Se podría continuar siendo una Nación a pesar de que transitoriamente se carezca de territorio. A mi humilde entender creo que no estamos aprovechando del todo al Bicentenario. Los 200 años de la Patria debería ser una oportunidad para que la ciudadanía se enaltezca en sus convicciones y en su compromiso para fortalecer a la Nación. Hubo espectáculos, espacios artísticos muy atractivos e inauguraciones oportunas. Pero me parece que todavía no se ha producido una conciencia generalizada de que se trata de una oportunidad. Es un privilegio que nos da la historia de ser protagonistas de 200 años del Grito de Mayo. Tal vez los argentinos no seamos tan propensos a cultivar la conciencia ciudadana, que es el núcleo profundo donde están las convicciones primarias e innegociables de la dignidad humana, pero se debe cultivar. Y no estoy hablando de nada solemne, sino de reuniones domésticas, que permitan rescatar el significado de personalidades cuyas trayectorias nos dan orgullo ante el mundo. Estoy hablando de un espectro amplio, y sólo a manera de ejemplo cito a René Favarolo, a Jorge Luis Borges, a Juan Bautista Alberdi, a Manuel Belgrano, Leopoldo Lugones y a un largo etcétera que incluye a las personalidades relevantes. Creo que nos faltó el interés por lo reflexivo. El 25 de Mayo comenzó un proceso por el cual muchas mentes, muchas de ellas esclarecidas, comenzaron a expresarse. Y dudo si este actual 25 de Mayo quienes estuvieron en condiciones de expresarse pudieron hacerlo. El Bicentenario es una oportunidad para rectificar o confirmar rumbos, mirar el horizonte. Lamento que no asumamos, como ciudadanos, esta perspectiva. Y no hablo de oportunidades que pueda ofrecer un gobierno, sino de un rol ciudadano. Estamos a tiempo, porque si somos capaces de ver el vaso medio vacío, entonces tenemos capacidad para llenarlo. Justamente, porque tengo esperanzas y me interesa el futuro es que me animo a realizar estas observaciones.

-Más allá de San Martín y el Bicentenario, usted siempre ha bregado por la memoria más doméstica, local…
-Ese es un aspecto que he tratado de cultivar siempre. De manera permanente leo todo lo que los estudiosos, historiadores y pensadores de la comunidad producen. Se trata de un material profundo y fecundo, que siempre ofrecen perspectivas interesantes.

-Es cierto, hay muchas producciones, pero también es verdad que falta algo más sistemático…
-Así es. Y es importante este aspecto, porque el ordenamiento favorecería el surgimiento de respuestas a muchísimas incógnitas que todavía tenemos.

-¿De dónde viene este espíritu de los gualeguaychuenses de hacer las cosas con sus propios recursos?
-Intuyo que viene desde el fondo de la historia y que hoy se observa como una particularidad de esta comunidad. Hay que rastrearlo en las huellas del primer asentamiento poblacional y que era pre fundacional. Hay que imaginar que eran personas que provenían de Asunción del Paraguay, de Santa Fe y otros de Yapeyú luego de la expulsión de los jesuitas. Todas esas personas que vivían en las misiones quedaron en un estado de desamparo y poco a poco, se fue desarticulando el ordenamiento social, cultural e incluso económico y social del que gozaron. Esta gente no era de patrimonio sino más bien desheredados. Cuando la resistencia de los pueblos originarios fue doblegada, nacen las estancias en la provincia. Y esta gente, como peregrinos errantes, deambulaban por las estancias e inexorablemente eran corridos de esas propiedades porque nadie quería tener un poblado en sus tierras. Así es como llegan a ubicarse en este lugar, probablemente al sur del Arroyo El Cura. En conclusión, esa gente errante se asienta y deben arreglarse solos. No tenían vínculos con Buenos Aires ni con Santa Fe. Los errantes se encuentran y el instinto de supervivencia y el impulso de asentarse en un poblado le da ese carácter tan autónomo que siempre expresó Gualeguaychú.

-Y ese espíritu es el que se transmite de generación en generación…
-Nunca me cansaré de decir que se trata del mismo espíritu de la Sociedad de Beneficencia, de Camila Nievas fundando el Magnasco con Guillermina Siboldi. El mismo espíritu que funda el Frigorífico Gualeguaychú, dado que todos eran ganaderos y casi nadie empresario. El mismo espíritu de los primeros servicios públicos de la ciudad que fueron asumidos por los propios vecinos. El mismo espíritu que llevó a construir el Teatro Gualeguaychú. El mismo espíritu que encontramos en un David Della Chiesa marcando la ruta a principios del siglo XX. El mismo espíritu que crea el Dispensario de Lactantes; el que imprime el padre Colombo con su obra educativa. En fin, los ejemplos pueden expresarse hasta el cansancio. Se trata siempre de una energía dispuesta a la acción, de manera autónoma, que permite acuñar el concepto de que Gualeguaychú es madre de sus propias obras. Y en los últimos tiempos observo con preocupación que la mirada colectiva se ha debilitado en términos de construcción de futuro.

-La Corporación del Desarrollo y el Carnaval fueron los últimos hechos grandes de Gualeguaychú…
-Le agrego la Asamblea Ciudadana, que ha marcado un antes y un después en materia de defensa del río y el medioambiente. Es una bandera plantada ante el mundo de resistencia y de no resignación y fundamentalmente no aceptar los hechos consumados. Este espíritu colectivo es un rasgo que nos da identidad propia ante el mundo. Además, somos descendientes de aquella generación tan importante que en la comunidad se expresó de manera portentosa y nos dejó un legado de iniciativa ciudadana.

-¿Se refiere a la generación del desprendimiento como Unzué donando el Parque para solaz de los vecinos, de Malvina Seguí que dona los edificios para hacer dos instituciones educativas, entre tantos otros?
-Así es. Si bien en muchos de ellos había algunos que tenían carácter empresarial o eran decididos hombres de negocios, en la mayoría se trataban de hombres comprometidos con el bien común. Es el caso de Malvina Seguí, casada con Luis Clavarino, un matrimonio que no tuvo hijos que donó el edificio donde funciona el Colegio Nacional y la casa quinta que luego se transformaría en la Villa Malvina. La Casa de la Cultura está donde está porque Dolores Irazusta de De Deken se la donó a la Sociedad de Beneficencia. La Zonal de Vialidad está donde está porque el doctor Vasallo se lo donó a la Sociedad de Beneficencia e incluso el depósito de Vialidad fue donado a la Sociedad de Beneficencia para ampliar la huerta del Hospital Centenario. Todos tuvieron un acto de desprendimiento a favor de la comunidad. Todos ellos eran gente de patrimonio y de patrimonio vinculado generalmente a la actividad agropecuaria, que era el signo de riqueza de esa época y fueron quienes apuntalaron a las instituciones de la ciudad. Entonces es válido preguntarse si la actitud comunitaria de las personas que hoy tienen un gran patrimonio, ya no vinculado solamente con la actividad agropecuaria sino con otros rubros, es la misma que la de aquellas generaciones. ¿Tienen la misma actitud?

Por Nahuel Maciel
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