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Diario El Argentinoviernes 26 de abril de 2024
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La vida en la Antártida, tan diferente y tan rica en aprendizajes para crecer

 La vida en la Antártida, tan diferente y tan rica en aprendizajes para crecer

“Aquí se vive de una manera casi irreal, nos olvidamos del celular y la billetera... Los tiempos no te aceleran, no existen ruidos más que el de los skúas y pingüinos... Conocemos gente y personalidades, valoramos hasta el mínimo gesto de cordialidad”, dijo Gustavo Levin, desde la Base Antártica Jubany.


Gustavo Javier Levin es bioquímico egresado de la UBA, Doctor de la Universidad de Buenos Aires en el área Biotecnología y docente de Química Orgánica en la Facultad de Farmacia y Bioquímica (UBA). Recientemente ingresó a la carrera de investigador del CONICET.
Tiene 36 años y es de Gualeguaychú, donde reside parte de su familia, pero vive en Capital Federal..., cuando no está en la Antártida, como ahora.
En este momento está en la Base Jubany, en la tercera Campaña Antártica de Verano (CAV) que participa (ya lo hizo en 2005/06 y 2007/08).
“Esta base está situada sobre la Caleta Potter en la Isla 25 de Mayo, una de las islas correspondientes a las Shetland del sur. Fue fundada como Refugio Potter el 21 de noviembre de1953 y refundada como base permanente (abierta invierno y verano) con el nombre de Jubany el 12de febrero de 1982. Está administrada por la DNA (Dirección Nacional del Antártico), que depende del Ministerio de Relaciones Exteriores, Comercio Internacional y Culto; cubriendo el Ejército las funciones de logística, mantenimiento y apoyo a la ciencia”, contó.
Sabiendo que integra una misión científica, preguntamos qué investigan en este momento y Gustavo dijo “en las tres oportunidades he venido a trabajar para un grupo que tiene sus líneas de investigación en microbiología antártica” y tras aclarar que los proyectos corresponden a planes de tesis doctoral o post doctoral de otras personas, explicó: “uno de los experimentos es con bacterias autóctonas psicrófilas (crecen a bajas temperaturas) degradadoras de hidrocarburos. Estas bacterias son capaces de utilizar estos compuestos como fuentes de carbono para crecer, metabolizándolos a otros, tal vez menos contaminantes”.
-¿Esto podría tener resultados que logren dar un vuelco a tanta contaminación marítima? preguntamos, a lo que respondió “hace varios años se estudian y evalúan las condiciones óptimas para realizar lo que se denomina biorremediación de suelos contaminados con hidrocarburos. Si se piensa como una futura aplicación, ante un derrame de combustible en la Antártida, se podrían esparcir estos consorcios de microorganismos en la zona afectada. Esto es algo que ya se aplica en desastres de esta índole en el mundo, pero no todas las bacterias están adaptadas a crecer a las temperaturas que deben soportar en la Antártida, es por eso que el estudio se desarrolla con microorganismos autóctonos”.
“Además existe otra razón, no menos importante, y es que Argentina forma parte de un Tratado Antártico firmado por varios países comprometidos en la conservación y preservación del Continente Blanco, en el cual se establece que cualquier país puede montar una base pero teniendo siempre la ciencia como fin. Este tratado prohíbe la intromisión de especies de cualquier tipo (animales, vegetales, bacterias, etc.), con lo cual no sería posible usar otras cepas bacterianas degradadoras de hidrocarburos.

# La ciencia, integradora de los hombres
La pregunta siguiente, usando el correo electrónico como soporte, fue acerca de cuánto tiempo llevan investigando y de cuánto más disponen para reunir la mayor información posible, sobre lo que Levin respondió “como grupo de microbiología, también empezamos hace unos años a realizar muestreos de agua de distintas fuentes (de mar a diferentes profundidades, de glaciar, de chorrillos, de lagunas) en búsqueda e identificación de virus”.
“Y en esta campaña se sumó un colega bioquímico especialista en hongos, que reside hace 15 años en España e intenta conocer un poco sobre la biodiversidad de estos organismos microscópicos del suelo de la Antártida”.
Y en cuanto a por qué Jubany, explicó “la base elegida para llevar a cabo el trabajo es Jubany, porque es la base científica por excelencia. El Instituto Alfred Wegener (AWI) de Alemania, dedicado a las investigaciones polares y marinas, tiene convenios con grupos científicos de Argentina: ellos aportan equipamiento y una casa habitacional, entre otras cosas y Argentina les da apoyo logístico y todo lo necesario. Es por eso que en la base siempre tenemos científicos alemanes”

La vida en la Base

Dejando de lado lo estrictamente investigativo, quisimos saber cómo se vive allá, qué cosas se extrañan, en definitiva, cómo es la vida en un lugar tan distinto a su ciudad. “En este momento somos alrededor de 50 personas entre militares y civiles”, contó. De los militares, cada uno de ellos cumple una función: carpintero, mecánico, operador de radio, meteorólogo, enfermero, buzos, médico, cocineros, etc. Sin duda, los cocineros se llevan la admiración de todos. Siempre se come muy bien y variado, aunque la carne es lo que abunda. Tenemos horarios de comida: a las 8 el desayuno, a las 13 el almuerzo y a las 21 la cena. Los sábados es tradición en toda la Antártida cenar pizzas. Esto se cumple inclusive en los barcos Argentinos que patrullan la zona o que transportan las cargas a las bases”, relató.
“Los tiempos libres, que a veces suelen ser muchos, trato de pasarlos con lectura, muchas películas, charlas extendidas, Internet o dando una mano a otras personas como aquellos que trabajan con pingüinos, elefantes marinos, aves (skúas y petreles). Así vamos aprendiendo un poquito de disciplinas de las cuales no estamos familiarizados y son únicas. Cabe aclarar que en esta base no tenemos cable, así que estamos fuera de lo que pasa en la televisión”, marcó Gustavo, para agregar “y si pensamos en Internet, es otro dolor de cabeza. Hay una banda ancha de 256 Kb para repartir entre todos los usuarios que traemos computadoras personales y las PC de la base. Pensemos que uno en su casa tiene disponible para una o dos máquinas 3 Mb (casi 12 veces más). Esto implica que la comunicación con el continente no suele ser muy fluida. No hay teléfono directo sino radio comunicación, con un operador haciendo de enlace”.
“A pesar de esto que podríamos considerar “limitaciones”, se vive bien y cómodo. Nunca falta la comida ni un baño con agua caliente. Mi primera impresión, hace 5 años, fue de “sorpresa” porque imaginaba que todo era más precario, aunque esto no significa que no se pueda estar mejor”.
Yendo al terreno personal, reflexionó “la Antártida te enseña a valorar las cosas, a cuidar todo. Porque pensás que para tener agua necesitás de una persona que vaya a la laguna y esté pendiente de una bomba, o que para tener el plato en la mesa, hay alguien que comenzó temprano su tarea”
“Aprendemos a seleccionar la basura y separar en “orgánicos, metales, plásticos, vidrios”, facilitando la labor de los encargados de remitirla al continente. Lo orgánico se puede quemar en un incinerador que controla la emisión de gases (está prohibida la quema a cielo abierto), pero el resto debe evacuarse perfectamente categorizado”.
“Aquí se vive de una manera casi irreal, nos olvidamos del celular y la billetera, no hay más preocupación que tu trabajo, los tiempos no te aceleran, no existen ruidos más que el de los skúas y pingüinos o el motor generador de electricidad. Conocemos gente y personalidades, valoramos hasta el mínimo gesto de cordialidad”, comentó disfrutando esta posibilidad de estar donde está, aprendiendo de todo, porque como dijo, cada día trae nuevas revelaciones para capitalizar.

Por Silvina Esnaola
EL ARGENTINO ©


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