Atención con las veredas
A mediados de 2014 el Concejo Deliberante aprobó una ordenanza por que se responsabiliza a cada frentista por la construcción, mantenimiento y conservación de su vereda.
Es decir, que cada propietario debe hacerse cargo de mantener en condiciones de transitabilidad la franja de vereda que pasa por el frente de su inmueble, lo habite o no.
Y la disposición apunta a evitar que las baldosas flojas, los desniveles, las roturas del piso y tantas otras postales más de las que vemos a diario, atenten contra los vecinos que deben transitar sorteando estos obstáculos de manera cotidiana.
Se trata de ordenar un poco en esta materia, ya que sin ir más lejos, en varias cuadras del centro comercial de la ciudad se pueden ver veredas que si no fueron hechas cuando Rocamora fundó la Villa Gualeguaychú, andan muy cerquita.
Y esto no se dice por los materiales utilizados, sino y fundamentalmente, por el estado que demuestra cuánto tiempo, cuántas lluvias, soles y movimientos de todo tipo (incluidos los que provocan las raíces de los árboles), han dejado su huella.
Es sabido que mucha gente opta por bajar a la calle, pero también se coincide en que esto supone un riesgo tan cierto como sufrir un tropezón.
De manera que, aprovechando que el verano trae jornadas largas de luz solar, son muchos los que podrían comenzar a ponerse en orden con su vereda.
Esta exigencia, podemos decir parafraseando a Martín Fierro, “no es para mal de ninguno, sino para bien de todos”.
Es decir, que cada propietario debe hacerse cargo de mantener en condiciones de transitabilidad la franja de vereda que pasa por el frente de su inmueble, lo habite o no.
Y la disposición apunta a evitar que las baldosas flojas, los desniveles, las roturas del piso y tantas otras postales más de las que vemos a diario, atenten contra los vecinos que deben transitar sorteando estos obstáculos de manera cotidiana.
Se trata de ordenar un poco en esta materia, ya que sin ir más lejos, en varias cuadras del centro comercial de la ciudad se pueden ver veredas que si no fueron hechas cuando Rocamora fundó la Villa Gualeguaychú, andan muy cerquita.
Y esto no se dice por los materiales utilizados, sino y fundamentalmente, por el estado que demuestra cuánto tiempo, cuántas lluvias, soles y movimientos de todo tipo (incluidos los que provocan las raíces de los árboles), han dejado su huella.
Es sabido que mucha gente opta por bajar a la calle, pero también se coincide en que esto supone un riesgo tan cierto como sufrir un tropezón.
De manera que, aprovechando que el verano trae jornadas largas de luz solar, son muchos los que podrían comenzar a ponerse en orden con su vereda.
Esta exigencia, podemos decir parafraseando a Martín Fierro, “no es para mal de ninguno, sino para bien de todos”.
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