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El periodismo, esa gran pasión
Por Daniel Enz (*)
Toda una vida hicimos periodismo. Con errores, con aciertos; con demasiados sinsabores e injusticias, por el simple hecho de pelear por verdades y contra molinos de vientos. Contábamos con dos sillas y una máquina de escribir, cuando comenzamos con la revista Análisis, allá por abril de 1990. Nos teníamos que turnar para escribir, pero en la primera edición, al día siguiente, nos llegaron 13 cartas documentos por lo que habíamos publicado. En el número posterior publicamos toda la documentación que sustentaba lo que decíamos -sobre quienes eran las grandes empresas entrerrianas que estaban colgadas del alumbrado público- y nadie más movió un dedo para cercarnos judicialmente. Se dieron cuenta que llegábamos para desarrollar periodismo en serio; para decir lo que otros callaban, pero con investigación y documentados en cada revelación que hacíamos.
Así fue siempre la historia de la revista Análisis, que fundé y sigo dirigiendo, en estos 32 años de existencia. Estamos más grandes, más endeudados, pero con la misma pasión y compromiso, como aquella que tenía a los 11 años, cuando me levantaba a las 4 de la madrugada para vender diarios en mi ciudad, Reconquista y vocear cada uno de los títulos o cuando durante cinco años hice un diario mural en mi escuela, que cada mañana pegaba en el pizarrón del aula.
Pasaron por la revista no menos de 5 o 6 generaciones de jóvenes periodistas, que siempre tenían una misma premisa: hacer periodismo para contar historias de los sin nombre, denunciar lo que oculta el poder y ejercer nuestra libertad de expresión e independencia.
La mayoría de esos periodistas hoy son reconocidos en Entre Ríos, el país o en el exterior. Nunca se censuró a nadie. Cada uno sabía y debía aprender de la libertad, pero también de táctica, estrategia y responsabilidad profesional en cada trabajo periodístico. Un error, nos iba a costar muy caro. Nos haría perder credibilidad ante nuestros lectores y determinaría una andanada de juicios contra el medio y sus periodistas. De hecho, así ocurrió durante casi dos décadas. Nunca un medio, desde el ’83 para acá, tuvo que afrontar tantos juicios orales y públicos por calumnias e injurias, de parte de encumbrados referentes del poder político, militar o policías preocupados porque demostramos cómo estaban vinculados al narcotráfico y miraban para otro lado cuando pasaban los cargamentos de droga. Jamás perdimos un juicio; demostramos que lo que decíamos era verdad. Hoy las demandas son civiles, por cifras millonarias y con una particularidad: se radican en Capital Federal y no en jurisdicción de Entre Ríos, como debería ser. Y el único objetivo es ahogarnos, para que no podamos ejercer más este oficio.
Siempre hicimos el mismo periodismo. Frontal, duro y afrontando las consecuencias. Llovieron amenazas, nos dieron vuelta la redacción de la revista y nuestras casas particulares; convivimos casi toda la historia de la revista con policías de custodia en la puerta. Renunciaron ministros, funcionarios de primera, segunda y tercera línea. Por las investigaciones condenaron judicialmente a exgobernadores como Sergio Urribarri, pero también a dos exvicegobernadores; tres legisladores de partidos mayoritarios; cajeros políticos de mucho poder; el exintendente Sergio Varisco y los jefes narcos que le arruinaron la vida a generaciones de pibes.
Las revelaciones de la revista Análisis pasaron además por aquellos hombres de la Iglesia que traicionaron su historia y transformaron en víctimas a sus seminaristas o monaguillos, como sucediera con el cura Justo Ilarraz, sentenciado a prisión perpetua o el ciudadano ilustre de Gualeguaychú, Gustavo Rivas, también condenado por abusos cometidos durante cinco décadas. O aquella madre superiora que torturó por años, sin piedad y entre cuatro paredes, a las carmelitas descalzas de Nogoyá.
Hubo reacciones muy fuertes hacia nosotros en los últimos 10 años; desde el poder de la Iglesia, el poder político y el del narcotráfico. Pero no cedimos un paso. Y queremos seguir soñando con un mejor periodismo y en libertad.
Cada día hay que marcar situaciones de maniobras políticas, pero también las responsabilidades empresarias y el rol acomodaticio de ciertos sectores judiciales. En especial en provincias argentinas, donde el poder político decide qué se debe investigar y qué no. Por eso es que precisamos más periodistas de investigación; más trabajo en equipo y más apuesta de los empresarios de los medios a un periodismo más profesional.
El periodismo de investigación en las provincias va desapareciendo y no debería ser así. Es cada vez más complejo hacer este tipo de periodismo, en una comunidad donde nos conocemos todos, pero hay que apostar a su desarrollo y afianzamiento. Más periodismo, más transparencia, más acceso a la información es lo que precisa nuestra sociedad.
Quienes tenemos algunos años en el oficio, nos debemos autocríticas también. Tenemos que denunciar al poder, pero también ocuparnos de los más necesitados. Los que no tienen para comer ni dormir; los expulsados del sistema y son cada vez más recorriendo los tachos de basura para alimentarse. No tenemos que dejar que nos gane el silencio, la apatía, la insensibilidad. Ellos también son parte de la historia, de la que debemos ocuparnos.
Quiero agradecer finalmente a mi familia; a mi mujer, a mis hijos; a mi madre, a mi hermano. A mis compañeros de trabajo en la revista, la televisión y la radio; a los miembros de Fopea. A los que han colaborado siempre en cada uno de mis libros, publicados también de modo independiente y sin editorial alguna.
Quiero recordar a mis grandes maestros. Los que ya no están, como don Emilio Adobato, Guillermo Alfieri y José Carlos Elinson; y los que siguen estando, con su sano consejo, De ellos aprendo cada día.
Sigamos amando el periodismo; sigamos contando historias; sigamos descubriendo hechos que se ocultan. Sigamos soñando. Para eso estamos.
Somos simplemente periodistas. Y estamos orgullosos de serlo.
(*) Discurso pronunciado este martes 7 de junio, ante los integrantes de la Academia Nacional de Periodismo, en la entrega del premio “Pluma de honor 2022”.