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Las profecías autocumplidas del kirchnerismo
Ricardo H. Bloch
A mediados de mayo de 2019 la entonces expresidenta de la Nación Cristina Fernández de Kirchner escribió el tuit más famoso de la historia política argentina reciente: “Le he pedido a Alberto Fernández que encabece la fórmula a presidente que integraremos juntos, él como candidato a presidente y yo como candidata a vice en las PASO”.
Es de suponer que la vicepresidenta de la Nación ya tenga redactado mentalmente el tuit que anuncie el divorcio político más previsible de los últimos tiempos. ¿Culpas compartidas o responsabilidades no asumidas? No me equivoqué yo, te equivocaste vos. Desde la tribuna local se escucha el cántico que más duele: el que lo trajo que se lo lleve (para decirlo en términos políticamente correctos).
Lo mismo le dijeron a Eduardo Duhalde cuando la magia de Néstor se diluyó con la caída de las commodities y la crisis financiera global del 2008/2009. Egg heads kirchneristas, recordar que en 2003 ganaron perdiendo frente a Carlos Menem (que habría designado a Carlos Melconian como ministro de Economía en caso de haber triunfado). Pactar hasta que duela sería la proclama. Puristas y autoproclamados transparentes deberían abstenerse de pronunciar la frase, “fulano es mi límite”.
“La certeza de que se abre una nueva instancia en su gobierno, en la cual usted pueda contar con un nuevo elenco de colaboradores para enfrentar la etapa, me impulsa a poner en su consideración mi renuncia con el sano propósito de facilitarle la selección de sus equipos de trabajo”. Adivinanza para el lector: ¿quién escribió esto en julio de 2008? Ni más ni menos que el entonces jefe de gabinete de ministros Alberto Fernández. Su salida del gobierno encabezado por Cristina Fernández estuvo motivada centralmente por la crisis derivada del aumento de las retenciones agropecuarias ordenado en marzo de 2008.
La crisis con el campo al inicio de su gobierno fue para Cristina lo que la pandemia para Alberto. Cisnes negros oscurecidos por el antifaz ideológico. El reemplazante de Alberto Fernández en la jefatura de gabinete fue el entonces intendente de Tigre, Sergio Massa. ¿Será el actual presidente de la Cámara de Diputados el destinatario de un próximo tuit de Cristina Fernández?
El sociólogo estadounidense Robert K. Merton conceptualizó en 1948 la llamada profecía autocumplida (self-fulfilling prophecie) como “una definición falsa de la situación que alumbra una conducta nueva, la cual convierte en verdadero el concepto originariamente falso”. Esta hipótesis fue elaborada a partir de una deducción escrita en 1928 por su colega William Thomas, la cual sostenía que “si las personas definen las situaciones como reales, éstas son reales en sus consecuencias”.
Merton, nacido en 1910 y fallecido en 2003, fue uno de los sociólogos más importantes del siglo XX. Su mayor influencia universitaria la recibió de parte de su colega ruso Pitirim Sorokin, que había emigrado a los Estados Unidos en 1922, cinco años después de la revolución bolchevique de 1917. Sorokin fue un ferviente anticomunista con activa participación en los sucesos que cambiaron la historia de Rusia. Llegó a ser secretario personal del derrocado primer ministro, Aleksandr Kerenski.
A poco de obtener la ciudadanía estadounidense en 1930, Sorokin se convirtió en el primer director del Departamento de Sociología de la Universidad de Harvard que él mismo había fundado. El principal ensayo de Merton fue “Teoría y estructuras sociales”, texto que revolucionó el estudio de la sociología tras el final de la Segunda Guerra Mundial. El prólogo a su última edición en español fue escrito por un académico que fue su íntimo amigo durante más de medio siglo, el filósofo argentino Mario Bunge (1919-2019). A este notable físico y epistemólogo, galardonado con el Premio Príncipe de Asturias en 1982, le preguntaron qué opinaba sobre la adhesión de Cristina Kirchner a la filosofía idealista de Hegel: “Pobre país”, respondió. Y agregó con su habitual ironía que recordaba cuando Menem dijo que “había leído las obras completas de Sócrates”.
El psicológo Daniel Kahneman, Premio Nobel de Economía 2002, sostiene que las personas pueden mantener una fe inquebrantable en una afirmación, por absurda que sea, cuando se sienten respaldadas por una comunidad de creyentes con su misma mentalidad. En este sentido el lingüista cognitivo de la Universidad de Berkeley, George Lakoff, afirma que cuando los valores que uno defiende no están de moda, ser auténtico significa ser valiente, y ser valiente no significa ser imprudente, ni ofender a los votantes (teléfono para Milei). O como muy bien dijo el dramaturgo alemán Georg Büchner, “todos estamos locos, pero nadie tiene derecho a imponer a otro su propia locura”. Teléfono para gran parte de la casta política.
Ernesto Sábato escribió en 1958: “El problema del país hoy no es peronismo o antiperonismo, sino síntesis; pero la síntesis no se hace aniquilando a una de las tesis contrapuestas sino integrándola en la síntesis superior. Y para eso hay que comprenderla y hasta hay que admitirla con pasión. O hacemos síntesis o no tendremos Nación. Eso para mí es claro y trágico”.
Esta fue la tragedia política que sepultó el sueño de la reelección de Mauricio Macri durante los festejos por el triunfo en las elecciones parlamentarias de octubre de 2017. Qué notable ejercicio de la memoria es recordar que ese día Esteban Bullrich derrotó a Cristina Kirchner en la provincia de Buenos Aires. Es muy probable que sus dos estrategas políticos más cercanos hayan convencido a Macri sobre los beneficios de clausurar cualquier tipo de acuerdo con dirigentes justicialistas. Se requiere más audacia política para forjar acuerdos que para rechazarlos.
El dirigente de la oposición que mejor entienda el diagnóstico de Sábato tendrá el paso al ballotage asegurado. Y la Plaza de Mayo a sus pies el 10 de diciembre de 2023.
(*) Director de RHB Consultores