Recuperar la Navidad
Poco ruido: la navidad vivida fue silenciosa. La calle estaba desierta. Algunos entendían que los festejos vividos por la copa del mundo habían servido de descarga de emociones de un año con algunas complejidades. Trabajar hasta el último día o las últimas horas dejan poco margen para vivir la fiesta de manera consciente. En tiempos donde la propuesta es vivir el momento, porque es lo único seguro, no es raro que la nochebuena se vuelva un rato en paz, en familia: la original o la construida, con buena onda. Hoy todo bien, mañana veremos.
Culturalmente, la navidad se vivió como una fiesta religiosa, después apareció la idea de la “magia de la navidad” y hoy para muchos es solo un momento de sosiego, con las personas que pueda, comiendo sano, con algún permitido líquido. Pasamos de mirar al niño en el pesebre, a mirar al abuelo vestido de rojo, que trae regalos, a mirarnos en el espejo y regalarnos un buen momento.
De la vida capaz de ser transformada por Dios a una vida que espera soluciones mágicas, de la magia de la navidad al hiperrealismo: nada de Dios, nada de magia, nada permanente. Nada de balances ni necesidad de cambiar para ser mejores, porque en el espejo estamos cada uno felicitándose por los logros, culpando a otros de los males, con la esperanza puesta en la pasión, proyectando el próximo buen momento a vivir. El niño en el pesebre cuestiona, la magia de la navidad ilusiona, el espejo justifica.
Algunos cambios hablan de valores vividos. Nos preocupa cuidar del ruido a los animales pero algo menos, cuidar del silencio de la soledad a tantas personas a las que dejamos de lado: padres, hermanos, amigos, pobres, que nos resultan relaciones tóxicas, molestas, un obstáculo para vivir el momento presente.
Una cultura expresa los valores de una sociedad o impone valores a vivir? Para algunas ideologías, lo cultural es una construcción, por tanto se puede y se debe cambiar según convenga a quienes se sienten no interpretados por la cultura misma. Los que sostienen valores son conservadores y los que quieren cambios progresistas. No cuenta la historia, ni las tradiciones, el cambio se vuelve una batalla cultural que debe ser ganada para luego explicar que lo nuevo no excluye a lo viejo, pero cada vez que lo considerado viejo vuelve a surgir, la nueva cultura a veces acusa, otras veces se burla, y luego se vuelve indiferencia disfrazada de respeto.
Los cambios son necesarios. Algunos tienen que ver con la reflexión y la resignificación, otros con el resentimiento, el desprecio, y en muchos casos con el dolor vivido. Es bueno repensar maneras nuevas de expresar valores humanos necesarios. En ocasiones se busca cambiar las maneras para borrar el valor a vivir. Uno de estos cambios muestran una navidad vacía de los signos que le dan sentido.
Qué miramos en un arbolito? Luces, colores, imágenes, lo adornamos, le asignamos deseos para el nuevo tiempo. Pero la vida real no siempre refleja los deseos. Qué miramos en el pesebre? Vidas reales, con problemas reales y valores a vivir posibles. El árbol expresa deseos, el pesebre presenta desafíos, caminos. El árbol ilusiona, el pesebre compromete, cuestiona, da esperanza porque rescata al ser humano de sus solas fuerzas para ser mejor y te ofrece la cercanía de un Dios que siempre sale al encuentro.
Muchos dirán que la ausencia de signos religiosos habla de una época que ha madurado y no necesita de la religión para vivir, no cree en Dios. La realidad es que sigue creyendo, pero endiosa otras cosas. Le asigna carácter casi sagrado a prácticas o rutinas que ofrecen una mejora en vida donde el centro es cada uno: muchas de ellas exigen sacrificio, disciplina, renuncias, dolor ofrecido, todo a cambio de sentirse bien.
Los rituales expresan valores. Cuando ciertos valores se pierden la cultura, no solo cambia, se empobrece. Pocos fueron los que contemplaron el pesebre, pero la riqueza de su mensaje llegó a todo el mundo. Tal vez esté faltando eso: no solo armarlo y mirarlo, sino sobre todo compartir la riqueza de su mensaje. Un buen desafío para el tiempo que viene.
Guillermo Régoli