Respetar la Navidad
Casi sobre la Nochebuena y cuando el mensaje del Papa Francisco recorre el mundo, vale tomar algunas de sus palabras.
“La Navidad suele ser una fiesta ruidosa: nos vendría bien un poco de silencio, para oír la voz del Amor”, dice Francisco al comenzar su mensaje a la humanidad.
Y claro que vendría bien que se acallaran un poco las voces de los que en todo momento anuncian todo tipo de catástrofes sociales, económicas y laborales, sin responsabilizarse del efecto que pueden ocasionar en tantos otros, a los que sumen en la zozobra con este accionar.
Aquellos que hablan como si su mensaje no fuera a repercutir en quienes son sustento de su familia, en jóvenes que se esfuerzan en el estudio para insertarse después en el mundo laboral, en adultos mayores a los que de manera constante se les hace sentir que son prescindibles.
Estos mensajes tienen un propósito diferente del que se expone, por eso además de alarmistas y golpes bajos, son fruto del egoísmo del que está cómodo y seguro y no mide, en su intento de posicionarse mediáticamente, en el desánimo que provoca.
Tampoco en sus consecuencias.
Por eso nos vendría bien a todos una pausa en tanto elucubrar.
Aunque más no sea, un silencio en respeto de la fiesta de la Navidad que nos preparamos a celebrar.
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“La Navidad suele ser una fiesta ruidosa: nos vendría bien un poco de silencio, para oír la voz del Amor”, dice Francisco al comenzar su mensaje a la humanidad.
Y claro que vendría bien que se acallaran un poco las voces de los que en todo momento anuncian todo tipo de catástrofes sociales, económicas y laborales, sin responsabilizarse del efecto que pueden ocasionar en tantos otros, a los que sumen en la zozobra con este accionar.
Aquellos que hablan como si su mensaje no fuera a repercutir en quienes son sustento de su familia, en jóvenes que se esfuerzan en el estudio para insertarse después en el mundo laboral, en adultos mayores a los que de manera constante se les hace sentir que son prescindibles.
Estos mensajes tienen un propósito diferente del que se expone, por eso además de alarmistas y golpes bajos, son fruto del egoísmo del que está cómodo y seguro y no mide, en su intento de posicionarse mediáticamente, en el desánimo que provoca.
Tampoco en sus consecuencias.
Por eso nos vendría bien a todos una pausa en tanto elucubrar.
Aunque más no sea, un silencio en respeto de la fiesta de la Navidad que nos preparamos a celebrar.
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