Sobre todas las cosas y algunas otras
Por Pedro Luis Barcia (*)
De omni re scibile. Da su palo comenzar con una frase en latín: o aleja al lector para siempre o lo interesa en saber cómo sigue esta incomunicación inicial. La frasecita es el lema con que, a los 19 años, Pico de la Mirándola desafiaba a todos los eruditos de Roma, a discutir “Sobre todas las cosas que puedan saberse”. El muchacho fanfarrón -parecía hijo de porteño-, llegó, no obstante, a ser lumbrera de su tiempo, el siglo XVI. Su Discurso sobre la dignidad del hombre es uno de los dos textos en prosa del Renacimiento italiano que toda persona, medianamente culta, debe haber leído. El otro es El príncipe, de Machiavelo.
El viejo Voltaire –siempre talentoso y burlón- completó la frase de Pico, con un agregado apendicular: … et quibussam aliis.: “y algunas cosas más”. Y bajo este palio estamos todos los que aspiramos a escribir sobre temas diversos con parejo desconocimiento. Es como el caso de los desafinados cantores populares, que pifian las notas pero “cantan con sentimiento”, y eso parece justificar su empeño.
Se dice que todos los niños vienen con un pan debajo del brazo. No es cierto. Algunos vienen con un inflador, e insuflan constantemente, y otros traen una cuchara para meterla en todos los guisos. Es mi caso. Por eso titularé esta sección en El Argentino como reza el capitel. “¿Lector, todavía estás ahí?”, se preguntaba Macedonio Fernández cuando alargaba una cuestión. Lo mismo digo. Y aclaro: ya tengo otra sección en este diario: “De nuestro pago”. En ella hablo de lo local y en esta nueva, de lo universal, de todas las cosas y algunas otras. Así divididas las aguas, justifico mi vicio verdadero, con un refrán placero: “Escribir y rascar no piden sino empezar”.
Innovaciones y restauraciones educativas
El concepto de innovación como “novedad positiva” proviene del campo tecnológico, donde se supone un perfeccionamiento creciente y progresista. No así en el resto de las esferas de lo humano, donde hay innovaciones reculativas (como lo fueron el EGB y Polimodal). El verbo latino innovare vale como “renovar”. En el actual uso supone “mudar o alterar algo” o “introducir novedades”. Los argentinos padecemos de neofilismo, entusiasmo desbordado por lo nuevo. Y confundimos, en la elección, lo nuevo (neo) con lo bueno (eu), para hacer un distingo esencial con prefijos griegos. La rueda es milenaria, no es nueva, y mueve el mundo. Para ser innovadores revolucionarios debemos, primero, revolucionar: dar vueltas en torno de nosotros, una y otra vez, para situarnos en dónde estamos parados y estimar qué conviene cambiar del dintorno, que abandonar, que rescatar y qué incorporar. Toda revolución, también en lo educativo, comienza con una revolución de la mirada echada sobre la realidad contextual.
Propondría, antes que novedades, dos tipos de cambios urgentes para nuestra educación: el de la restauración de lo valioso perdido y la concreción de lo legislado incumplido. Entre las restauraciones del primer plano incluiría: a) la atención, que hoy es la potencia intelectual más vulnerada en nuestros alumnos; b) el diálogo como contenido y como vía comunicativa; c) el arte de preguntar, sustituido por el arte de responder; d) la creciente comprensión lectora de toda índole de textos; e) reedificar el puente entre familia y escuela, f) la cultura del esfuerzo personal para alcanzar lo propuesto, g) el contacto reflexivo con la realidad, mediado por la virtualidad excesiva.
En el plano de las ejecuciones de lo legislado: a) el cumplimiento de los días de clase establecidos (hoy de nuevo amenazado); b) la ampliación a doble jornada escolar, c) el adecentamiento de los sueldos docentes, d) un mejor aprovechamiento del presupuesto educativo y e) una profunda renovación de la formación docente.
En cuanto a las innovaciones, sugiero: a) el método de aprendizaje por proyectos, b) ídem por casos, (ambos son formas de contacto con la vida incorporada a la escuela, como en tajadas), c) el basamento en las inteligencias múltiples, d) la alfabetización emocional, e) la alfabetización digital, h) la estimulación temprana.
Las propuestas son de firme realismo –sus rasgos son las tres “P”: poco, posible y permanente- fundante de otras innovaciones. Sin esa base, serán gaseosas otras sugerencias y seguiremos en un país aerófago: comiendo aire, como los personajes de una obra de Beckett. Por supuesto, tengo una rica reserva de ficciones científicas educativas. Pero las postergo, para después de que se cumplan las propuestas. Primero la plataforma sólida de despegue; luego, las naves espaciales.
* Pedro Luis Barcia es ex presidente de las Academia Nacional de Educación y Argentina de Letras.
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