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Tiempos de respirar hondo
Por Waldemar Oscar von Hof (*) EL ARGENTINO
En estos días escuchamos casi a rabiar la consigna “quédate en casa”. Una consigna basada en el presupuesto que con la aislación y con la cuarentena tendremos menos posibilidades de contagio del Covid 19.
Esta disposición nos obliga a reducirnos y a acuartelarnos en nuestras cuatro paredes que en algunos casos es una casa grande con un patio al que podemos salir, caminar y/o juntar algunas hojas. Pero en la mayoría de los casos es una aislación en un departamento o en un cuarto de pocas dimensiones que nos da pocas posibilidades a movernos.
Es cierto que esta aislación y este “estarse quieto” nos lleva y nos obliga en cierta forma a respirar menos. Nos movemos menos, hacemos actividad física mínima y aquellos que vamos a la pileta o andamos en bicicleta normalmente, estamos totalmente paralizados. Ni que hablar de nuestras caminatas por costaneras parques o bulevares en nuestras ciudades. Esta actividad física limitada reduce en cierta forma también nuestra respiración y por lo tanto también nuestra oxigenación.
Tenemos un sistema fisiológico que depende directamente del oxígeno. Al respirar se oxigena la sangre que pasa por nuestros pulmones llevando a todo el cuerpo este componente vital para el buen funcionamiento. Es más, sin oxígeno no podemos vivir más allá de algunos minutos. En esto seguramente que médicos, fisiatras y profesores de educación física saben más que yo. Respirar es una necesidad y si respiramos menos, o poco, es lógico que se afecte nuestro sistema fisiológico. Se desencadenan trastornos físicos, psíquicos y emocionales por la falta de este valioso elemento en nuestros músculos, en el cerebro y en el sistema nervioso. La catarata de consecuencias es innumerable, trastornos de ansiedad, miedos, insomnio e incluso explosiones de violencia y pulsiones de suicidio.
A partir de lectura de libros de aventuras y exploraciones en mi adolescencia comencé a hacer gimnasia y muy pronto descubrí artículos y revistas que hablaban de la importancia de la respiración profunda en el oriente, algo que en el occidente lo tenemos olvidado.
En una siesta, en la casa de mi abuela, descubrí por casualidad en una revista el artículo de un médico que contaba de los beneficios de aplicar la respiración profunda. Describe estudios donde se utiliza a la respiración consiente como una posibilidad terapéutica. Refería a los descubrimientos que estaban haciendo médicos y psiquiatras, en los años ’60, de la consecuencia positiva que tenía el aplicar algunos ejercicios provenientes del Yoga y tomaban como referencia a Indra Devi, maestra y practicante que posteriormente ejerció muchos años docencia en Argentina. Después surgieron varias disciplinas médicas que profundizaron esta línea terapéutica planteando que con la complementación de la respiración profunda y sistemática se podía tratar fobias, jaquecas, contracturas e incluso afecciones pulmonares. Realizo desde entonces un apasionado seguimiento de ejercicios que me ayudan.
En este domingo tuvimos como texto del evangelio (San Juan 20:19-31) en nuestras agendas litúrgicas, la historia de Jesús que se despide de sus discípulos y sopla sobre ellos al Espíritu Santo. El soplo, la respiración y el aliento son tomados como la expresión del Espíritu Santo. Jesús sopla sobre la nueva comunidad al Espíritu de la nueva creación que se expresa y se corporiza en la iglesia. Es interesante remarcar que el concepto hebreo “Ruach”, espíritu significa aliento. A partir de este concepto ha habido en la historia de la iglesia grupos que le han dado mucha importancia a la respiración. Está el movimiento del Hesicasmo, que se divulgo en oriente a partir del siglo IV.
Este tiempo del Covid 19 nos desafía a respirar hondo. Tal vez ayudamos con ello a contrarrestar su virulencia. Simplemente respirar hondo. Recordar algunos de los ejercicios que nos enseñó la profe de gimnasia en nuestro secundario o buscar algún ejercicio simple y práctico que nos ayude a ello. Abrir ventanas, abrir los brazos y dejar que el aire entre al fondo de nuestros pulmones.
Quedémonos en casa, pero no nos quedemos quietos dando lugar a la languidez, al decaimiento e incluso a la depresión. Médicos, científicos y nuestros enfermeros están trabajando duramente para salir al encuentro de este virus que quiere hacerse dueño de nosotros. De nosotros depende cuanto hagamos para salir a su encuentro con nuestros organismos algo mejor preparados.
(*) Waldemar Oscar von Hof es pastor de la la Iglesia Evangélica del Río de la Plata.