Aguardan que la nueva búsqueda de los Gill arroje alguna pista certera
El Equipo Argentino de Antropología Forense realiza hoy tareas en Crucecitas Séptima, Departamento Nogoyá, más precisamente la Estancia La Candelaria, el lugar donde trabajó Rubén “Mencho” Gill como peón rural, y donde vivió junto a su familia -su esposa, y sus cuatro hijos- hasta que en el verano de 2002 desaparecieron los seis.
Al respecto, el abogado de la familia de los desaparecidos, Maximiliano Navarro, señaló que a partir de esta inspección se abren nuevas esperanzas.
“No dejamos de insistir en buscar distintas posibilidades. Este equipo está especializado en la búsqueda de restos óseos o humanos. Puede quizás aportar una mirada distinta y comprobar algo que a otros especialistas se les haya pasado por alto”, expresó el profesional en diálogo con el programa El Despertador de Elonce TV. “Es parte de la búsqueda en el afán de encontrar alguna nueva posibilidad”, insistió.
El letrado confirmó que “por el momento la orden de allanamiento es sobre la estancia la Candelaria” en la causa caratulada como “Averiguación de paradero” porque “no ha surgido nada que obligue al juez a cambiar la carátula. En caso de hallar algún resto vinculado a una desaparición forzosa, la calificación ya sería otra”, aclaró.
“Toda actividad nueva nos aporta esperanza. Se trata de seguir buscando incesantemente”, recalcó.
El caso
En el verano de 2002, toda una familia desapareció de la faz de la tierra en Entre Ríos: desde entonces no se supo qué destino tuvieron, a qué sitio se fueron -si es que se fueron-, por qué se fueron, o, en el peor final, si están todos muertos, qué los llevó a ese desenlace: ¿los mataron? Y si los mataron, dónde están sus cuerpos. Los Gill, de ellos se trata, no dejaron ningún rastro. Hasta ahora, nada se sabe de ellos.
Rubén “Mencho” Gill, en 2002 de 55 años; su esposa Margarita Norma Gallegos, de 26, y sus hijos María Ofelia de 12, Osvaldo José de 9, Sofía Margarita de 6 y Carlos Daniel de 2, fueron vistos por última vez en el velorio de un amigo de la familia, el 13 de enero de 2002, en Viale, a treinta kilómetros de La Candelaria, el campo en el que vivían y donde el hombre trabajaba como peón. O sea, diecisiete años atrás desaparecieron y no se volvió a tener noticias de ellos, publicó El Once.
La última pista que sigue la Justicia la aportó un contratista rural que conoció en vida a Rubén Gill. En febrero de 2018, el juez de Garantías de Nogoyá, Gustavo Acosta, que ahora tiene la causa, caratulada “averiguación de paradero”, encabezó un operativo en la estancia La Candelaria, en Crucecitas Séptima. Fue a partir de los datos aportado por Armando Nanni, un testigo que apareció tras la muerte del dueño del campo, Francisco Goette, en 2016, y que está convencido de que los Gill están muertos y enterados en el mismo lugar adonde vivieron, la estancia de Crucecitas Séptima.
El lunes 23 de octubre de 2017 hubo un allanamiento en el campo La Candelaria, cuyo casco principal está desocupado. Fue una primera inspección ocular de la Justicia.
El primer pozo inspeccionado no arrojó ningún resultado. La búsqueda de los restos en el segundo pozo tropezó después con la burocracia judicial, y las tareas nunca se reiniciaron.
El juez Acosta recién volvió al campo de La Candelaria el Día de los Santos Inocentes, el 28 de diciembre último, para una tarea puntual: recogió 107 fotografías del lugar, realizadas con un dron, y con la colaboración de la División Criminalística de la Policía de Entre Ríos se realizaron dos informes con las coordenadas de la estancia, y del lugar donde está el segundo pozo señalado por Nanni y todavía no revisado.
Todo eso se puso en manos del licenciado Juan Nóbile, del Equipo Argentino de Antropología Forense (EAAF), que es el organismo en quien se depositan ahora las esperanzas para la búsqueda de los restos de los Gill.