Pesar por el fallecimiento del médico Héctor Horacio Sobredo
Por Nahuel Maciel EL ARGENTINO
Héctor Horacio Sobredo, falleció hoy en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires donde se encontraba internado, lo que generó una profunda conmoción en la comunidad dado su compromiso con la sociedad en su conjunto.
El doctor Sobredo nació el 17 de diciembre de 1950. Fue el mayor de dos hijos. Casado con Estela Susana Vallarino, es padres de tres varones: Claudio Alejandro, abogado; Agustín Ignacio, médico; y Andrés Eduardo, que es abogado y actualmente concejal. Y abuelo de tres nietos: Valentino; Lara y Lucas.
El 20 de junio del año pasado, había concedido una entrevista a EL ARGENTINO para la sección Diálogos, donde compartió parte de su rica experiencia de vida, lo que constituyó una de las últimas notas periodísticas que se le realizaron.
Médico, especializado en otorrinolaringología, su quehacer no se limitó únicamente al ejercicio de la medicina –donde fue ampliamente reconocido por pacientes y pares-, sino que siempre ejerció con compromiso innegociable con la defensa del interés general.
De raigambre radical, Sobredo siempre expresó que se sentía “un militante y no un dirigente” y que nunca sucumbió a la militancia para lograr un cargo público, sino para enriquecer a su centenario partido y con ello a la sociedad.
Cursó la primaria y la secundaria en la Escuela Normal “Olegario Víctor Andrade” (ENOVA) y fue parte de la anteúltima promoción -1968- que egresó con el título de Maestro Normal Nacional.
Hijo de docente, ejerció esa vocación cuando era estudiante de Medicina en una capilla de Lanús. Él mismo reconocerá que esa experiencia no estuvo enmarcada en un trabajo estrictamente profesional desde la docencia, sino “en el ejercicio de una vocación por el semejante que canalizaba a través de la Iglesia”.
Se recibió de médico en un día emblemático: el 17 de octubre de 1975 y por las convulsiones políticas de entonces, recién seis días después pudo comunicarle a sus padres que se había recibido de médico.
Su compromiso por Gualeguaychú fue permanente. “Así como desde la secundaria sabía que iba a ser médico, siendo estudiante de Medicina siempre supe que tenía que ejercer en mi pueblo”, recordará en ese Diálogo con EL ARGENTINO.
La vocación por el prójimo fue una enseñanza desde la cuna: provenía de un hogar de docentes, con educación religiosa, estudios normalistas y la carrera de Medicina y la vocación política canalizada a través de la Unión Cívica Radical. Su tía abuela, Arminda Pinasco -que fue una de las primeras maestras de los gauchos judíos en Villa Domínguez- también fue decisiva en esa vocación por el semejante.
Gualeguaychú se conmocionó por esta noticia que siempre sorprende. Y en aquel Diálogo reflejó sus preocupaciones actuales en términos sociales, y marcó al flagelo de las drogas como una de las más importantes, para lo que pidió un gran acuerdo entre todos. “Se requiere de un gran acuerdo, que sume esfuerzos y experiencias y para eso se necesita dejar de lado los intereses sectoriales. Está claro que la adicción es una enfermedad, que implica una evasión que desnuda la falta de proyectos positivos para construir el futuro. Pero el flagelo delictivo es imperioso atacarlo y se debe hacer bajo un gran acuerdo entre todos los poderes del Estado pero también con la participación de la sociedad”, reflejó como un mandato. Y lo otro que le preocupaba era la falta de la cultura del trabajo. Pero fiel a su estilo, también reflejó las cosas positivas que observa de la comunidad. Entre ellas, destacó “la gran participación de los vecinos en los asuntos que los moviliza y los compromete. Siempre sostengo que el compromiso colectivo de los gualeguaychuenses renueva la esperanza de una mejor sociedad”.
El doctor Sobredo nació el 17 de diciembre de 1950. Fue el mayor de dos hijos. Casado con Estela Susana Vallarino, es padres de tres varones: Claudio Alejandro, abogado; Agustín Ignacio, médico; y Andrés Eduardo, que es abogado y actualmente concejal. Y abuelo de tres nietos: Valentino; Lara y Lucas.
El 20 de junio del año pasado, había concedido una entrevista a EL ARGENTINO para la sección Diálogos, donde compartió parte de su rica experiencia de vida, lo que constituyó una de las últimas notas periodísticas que se le realizaron.
Médico, especializado en otorrinolaringología, su quehacer no se limitó únicamente al ejercicio de la medicina –donde fue ampliamente reconocido por pacientes y pares-, sino que siempre ejerció con compromiso innegociable con la defensa del interés general.
De raigambre radical, Sobredo siempre expresó que se sentía “un militante y no un dirigente” y que nunca sucumbió a la militancia para lograr un cargo público, sino para enriquecer a su centenario partido y con ello a la sociedad.
Cursó la primaria y la secundaria en la Escuela Normal “Olegario Víctor Andrade” (ENOVA) y fue parte de la anteúltima promoción -1968- que egresó con el título de Maestro Normal Nacional.
Hijo de docente, ejerció esa vocación cuando era estudiante de Medicina en una capilla de Lanús. Él mismo reconocerá que esa experiencia no estuvo enmarcada en un trabajo estrictamente profesional desde la docencia, sino “en el ejercicio de una vocación por el semejante que canalizaba a través de la Iglesia”.
Se recibió de médico en un día emblemático: el 17 de octubre de 1975 y por las convulsiones políticas de entonces, recién seis días después pudo comunicarle a sus padres que se había recibido de médico.
Su compromiso por Gualeguaychú fue permanente. “Así como desde la secundaria sabía que iba a ser médico, siendo estudiante de Medicina siempre supe que tenía que ejercer en mi pueblo”, recordará en ese Diálogo con EL ARGENTINO.
La vocación por el prójimo fue una enseñanza desde la cuna: provenía de un hogar de docentes, con educación religiosa, estudios normalistas y la carrera de Medicina y la vocación política canalizada a través de la Unión Cívica Radical. Su tía abuela, Arminda Pinasco -que fue una de las primeras maestras de los gauchos judíos en Villa Domínguez- también fue decisiva en esa vocación por el semejante.
Gualeguaychú se conmocionó por esta noticia que siempre sorprende. Y en aquel Diálogo reflejó sus preocupaciones actuales en términos sociales, y marcó al flagelo de las drogas como una de las más importantes, para lo que pidió un gran acuerdo entre todos. “Se requiere de un gran acuerdo, que sume esfuerzos y experiencias y para eso se necesita dejar de lado los intereses sectoriales. Está claro que la adicción es una enfermedad, que implica una evasión que desnuda la falta de proyectos positivos para construir el futuro. Pero el flagelo delictivo es imperioso atacarlo y se debe hacer bajo un gran acuerdo entre todos los poderes del Estado pero también con la participación de la sociedad”, reflejó como un mandato. Y lo otro que le preocupaba era la falta de la cultura del trabajo. Pero fiel a su estilo, también reflejó las cosas positivas que observa de la comunidad. Entre ellas, destacó “la gran participación de los vecinos en los asuntos que los moviliza y los compromete. Siempre sostengo que el compromiso colectivo de los gualeguaychuenses renueva la esperanza de una mejor sociedad”.
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