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Diario El Argentinosábado 04 de mayo de 2024
Columnista Invitado

Opinión

Ludopatía: “paraísos artificiales”

 Ludopatía: “paraísos artificiales”

Por Luis Schmidt (*)


La ludopatía es un trastorno de la personalidad que se caracteriza fundamentalmente porque existe una dificultad para controlar los impulsos, y que en cierto sentido tiende a manifestarse en practicar, de manera compulsiva, uno o más juegos de azar.
Puede perturbar la vida diaria de la persona que se ve afectada por esta adicción, de tal forma que la familia, la alimentación, el trabajo o incluso el sexo pasa a ser algo totalmente secundario. En estos casos nos encontramos ante una grave enfermedad crónica, una adicción, un trastorno en el control de los impulsos.
En general, presentan comorbilidades (La Organización Mundial de la Salud define la comorbilidad o diagnóstico dual a la coexistencia temporal de dos o más trastornos psiquiátricos o de personalidad) con otras patologías psiquiátricas: depresión, fracasos comerciales, sentimentales.
A la persona que “entró” en el camino de la ludopatía solo le importa el hoy, se han “entregado” y el juego pasa a ser el eje de su vida. No escuchan a nadie. Sus conductas son persistentes, desadaptativas y recurrentes. Rara vez consultan a profesionales de la Salud Mental, ya que se trata de una adicción no tóxica y se define como la “dependencia hacia un objeto o actividad donde no existe ingesta de ningún compuesto químico que ocasione cambios biológicos nocivos para el organismo”. Existe una dependencia psicológica.
Es una conducta persistente donde el sujeto pierde el control voluntario, incrementa la frecuencia o cantidad de la actividad a medida que pasa el tiempo. Es progresivo. Lo paradojal de lo recién mencionado es que por un lado se busca efectos placenteros y por el otro se observa en esta patología el efecto negativo sobre el individuo y la sociedad.
Están asociados en forma directa al alcoholismo y al tabaquismo.
El adicto al juego no va a ganar, va a jugar y prueba de ello es que cuando gana no se retira, sigue jugando hasta perderlo todo. Siente culpa pero recién cuando se retira, allí piensa en el dinero perdido, en los hijos, en la familia, en las deudas contraídas. El jugador jurará no volver y al día siguiente estará jugando nuevamente.
Lo que puede comenzar como una distracción mental o actividad social, termina en una actividad, tarea, trabajo. No puede medir su tiempo, ni el dinero que apuesta, pierde su control. “Es preocupante, porque bajó la edad de iniciación. Hace quince años los pacientes promediaban los 35 años de edad y hoy tenemos chicos desde 18, 20 años jugando de manera compulsiva”, dice la doctora Susana Calero, jefa del Servicio de Adicciones del Hospital Álvarez. “También creció la cantidad de mujeres adictas al juego (sobre todo a tragamonedas). Antes, ocho de cada diez ludópatas eran hombres, y hoy las mujeres representan casi la mitad de las consultas”, revela.
El problema también crece entre las personas de tercera edad. Tiene que ver con el abandono familiar. Al principio a los hijos les viene bien porque los tienen ocupados, no se imaginan que pueden estar estimulando una adicción.
Más salas de juego, sociedades más adictivas. Es un problema grave, enfatizan en el Instituto de Apuestas de la Ciudad de Buenos Aires. “Las consultas a nuestro programa de jugadores compulsivos crecieron un 25 por ciento”, reconocen. El contexto no ayuda. En Capital Federal hay cinco bingos y fue tal la ganancia del Casino Flotante que ya son dos los barcos que tientan a los apostadores desde el agua en Puerto Madero. Si a eso se le suman los tragamonedas que incorporó el Hipódromo de Palermo, no hay mucho más que aclarar.
A medida que se acumulan las deudas, los afectados pueden recurrir a “soluciones” desesperadas para conseguir dinero para “recuperar” a través del juego, como pequeños hurtos o pedir nuevos préstamos para tapar las deudas más difíciles de ocultar. La existencia del hecho delictivo depende de las circunstancias facilitadoras del medio para cometerlo y de la personalidad base del afectado. Como consecuencia de la enfermedad, el afectado puede tener depresión, ansiedad, ataques cardíacos (consecuencia del estrés), puede tener ideaciones suicidas y actos suicidas por desesperación ante las deudas y al no recibir tratamiento adecuado.
Algunas cifras: 75 por ciento son hombres. Más afinidad por casinos y turf. Y 25 por ciento son mujeres. Más afinidad por tragamonedas y bingos.
Todos o la gran mayoría de ludópatas son de clase media, media alta, el 90 por ciento con secundario completo y un cincuenta por ciento con estudios terciarios o universitarios.
Y por último, un importante y respetado estudio mexicano trata sobre todos los aspectos que acarrean la proliferación de salas de juegos en la ciudad.
Actividades delictivas: mafias, lavado de dinero, negocios políticos, crimen organizado, robos, fuga de divisas, etcétera.
Gualeguaychú, ya cuenta con un casino muy bien puesto por cierto, con la temática del Carnaval, eje turístico de la ciudad. La pregunta es: ¿Se necesitarán más salas de juego en nuestra bella Gualeguaychú, ante todo lo expuesto? ¿Es lo que queremos para nuestra ciudad? Tal vez las autoridades y la sociedad en general deberíamos detenernos a pensarlo.

(*) Luis Schmidt es médica psiquiatra. Y adhieren a los conceptos expresados los siguientes médicos psiquiatras: Yamila Horane Bulit. Zelmira Gómez Stechina. Julio César Zarra. Esteban Romani. Elvio Riglos. Giovanni de Domini. Enrique Lamy. Bernardo Leismeister y Ernesto Pérez Cataruza.


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