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Diario El Argentinosábado 27 de abril de 2024
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Juan Carlos Rodríguez, artista visual

“Lo que se comparte se enriquece en ese mismo gesto”

  “Lo que se comparte se enriquece en ese mismo gesto”

Juan Carlos Rodríguez nació el 3 de abril de 1970 en la ciudad que hoy se la reconoce como de los artistas. Su creación es una búsqueda que transita por la senda de la sensibilidad artística y el compromiso profesional.


Artista visual, trabaja con la madera Mataojos. Es una madera noble que proviene de un árbol que crece en lo más íntimo de las selvas en galería.
Rodríguez es todo lo contrario a un individualista. Su búsqueda es el otro. Él lo dice a su manera y compartirá una reflexión propia de quienes saben que la vida es agradecimiento y que ese valor permite derrotar a la soledad: “Una persona es lo que es, también por los otros”.
Rodríguez es abogado, otra vocación que también lo convoca al encuentro del prójimo. Una profesión que también la ejerce pensando en el otro. Arte, Derecho… comunicación. De eso se trata, porque la comunicación es una construcción colectiva, que siempre debe convocar a la comunidad y para ello solamente se requiere el estar en comunión, es decir, en paz.
Con esta riqueza de espíritu, Rodríguez dialogó con EL ARGENTINO en la mañana del miércoles. Todos sus recuerdos remiten a hogar y a sentimiento compartido… son como los mundos o acaso el universo fundado en la gratitud. Son los sentidos de pertenencia que le permiten desarrollar su vocación por el otro, porque no se siente ajeno sino parte de un mismo paisaje que da la dimensión de la condición humana.
Por eso puede dar el sentido de trascendencia justo ahí donde el común solo ve una rama. A esa capacidad de percibir, le agrega una gran capacidad para transmitir. La maravilla del artista… el diálogo de las emociones que permiten dar vida a lo inerte. Pero también la simple búsqueda del mortal como punto de partida y de llegada, esa experiencia que no permite al final que el encuentro encierre una despedida. “Lo que se comparte se enriquece en ese mismo gesto”, señala acaso como una base y al mismo tiempo un horizonte.
En las artes, la “instalación” no es fácil de definir porque no alcanza con dibujar, pintar o esculpir. Tampoco es un género como podría ser un “retrato” o un “paisaje”. Mucho menos encuadrarlo en una escenografía o un montaje. Es mucho más que todo eso junto. Acaso su umbral de definición haya que encontrarlo en esa manera de habitar un espacio… de estar presente para causar trascendencia… de poder acceder a ese preciso límite donde el arte dialoga con la vida misma.

-Para empezar nada más inspirador que remitirse al hogar de la infancia.
-Provengo de un hogar de trabajadores. Mi padre trabajó en la antigua fábrica Carral, que era una metalúrgica. Vivíamos en una chacra que estaba casi al frente de esa empresa, en la zona detrás del actual Barrio Pitter, por Roffo al Norte. Era una empresa que laminaba hierro. En aquellos años quedaba lejos de la ciudad. Luego que esa empresa cerró, allá a finales de los años ´70, entró en la empresa Fortem que hacía piezas de aluminio y funcionaba donde actualmente se ubica Higiene Urbana. Provengo de un hogar de trabajo, donde la cultura del esfuerzo estaba permanente en cada uno de nuestros proyectos.

-¿Dónde estudia?
.La primaria la curso en la Escuela Sagrado Corazón y en 1988 termino la secundaria en la Escuela Técnica “Pbro. Colombo” en la especialidad de electromecánico. Mi interés era estudiar arquitectura. En aquella época la cuestión económica estaba mal, hiperinflación de por medio y para males mi padre se había quedado sin trabajo hacía poco. No fue posible seguir estudiando y comencé a trabajar en la construcción. Más tarde ingreso al Parque Industrial en donde estuve en un par de empresas hasta que terminé en la Bic en 1998.

-¿Cómo llega a la abogacía?

-En 1998 estaba pensando en el casamiento y surgió la posibilidad de estudiar abogacía en la sede de Zárate de la carrera de Derecho de la Universidad de Lomas de Zamora. Si bien no tenía mucho contacto con Arquitectura me gustaba por sus implicancias humanísticas. Fue un año que recuerdo mucho, porque en 1998 cierra definitivamente la Bic y me quedo sin trabajo, me caso y comienzo a estudiar abogacía. Mi esposa es docente y fue un gran puntal para mi desarrollo. Señalo este relato porque la gran enseñanza que me dieron mis padres fue que a pesar de las dificultades, a pesar del panorama adverso y contra viento y marea siempre hay que tener esperanzas y darle para adelante. Y fue esa enseñanza, junto con el apoyo de mi esposa, los puntales que me permitieron realizarme. Mi esposa es hoy directora de la Escuela Primaria de Villa Malvina y también la admiro mucho por su esfuerzo y capacidad. Mi padre fue un gran emprendedor, con pocos estudios primarios pero un hombre sabio, al que admiro mucho. Así que llego a la abogacía por todos esos empeños.

-¿Y al arte?
-En este terreno me defino más como un autodidacta. De chico tuve la ayuda de unas tías, hermanas de mi padre, que me guiaron en las primeras enseñanzas para educar la mano y esencialmente me enseñaron a mirar, a observar, a apreciar. Por eso me gusta mucho más el dibujo que la pintura. Es más, no tengo la necesidad de la pintura. Lo mío es la forma y por eso me atrae el dibujo. Si bien estas tías me ayudaron a educar la mano para el dibujo, lo constante en mí fue el descubrimiento, un permanente ensayo y error. Es curioso, pero siempre destaco que en cada muestra que inauguro finalizo una etapa. Ahí uno se da cuenta de los esfuerzos compartidos tanto personales como familiares. Sin esos apoyos sería muy difícil y con el apoyo de la familia todo se hace más fácil.

-En sus últimas creaciones predomina la madera…
-Son esculturas realizadas con la madera del árbol Mataojos. Es un árbol nativo, que habita mucho en la zona de los arroyos, especialmente en El Gualeyán. Es un árbol muy frondoso y tiene una madera que para mí es casi perfecta porque no es ni tan blanda ni tan dura. Se trata de una madera que no tiene demasiadas utilidades y de hecho la llaman Mataojos porque no sirve siquiera para leña, porque hace mucho humo. Pese a que no se la aprecia tanto, para mí es una madera muy noble.

-¿Cómo descubre esa madera?
-De chico tuve la suerte que a mi padre le gustara ir al monte y a los arroyos y cada vez que podíamos lo acompañábamos. Así nació este enamoramiento que tengo con nuestro paisaje, especialmente en la zona de El Gualeyán. Soy un agradecido, porque tomo conciencia que esa naturaleza le da un gran aporte a lo que quiero expresar artísticamente.

-Usted realiza instalaciones…
-Sí, pero me gusta mejor definirla como una escena, una especie de composición de la forma. Lleva un montaje de elementos que conforman, irregularmente, a voluntad del creador y del espectador que es quien completa la obra misma. La particularidad de la instalación es que no se trata de algo estático, sino que tiene como cierta autonomía en su dinámica.

-Si bien predomina lo visual en su propuesta, también le da lugar a la palabra…
-Esteban Alazard es el pediatra de mis hijos y un gran amigo. Siempre teníamos mucha conexión y leyendo su poesía se me ocurrió que podíamos hacer algo juntos. Lo que no quisimos caer fue en la dinámica del Poema Ilustrado, sino que tanto la imagen como la palabra fueran autónomas y simultáneamente que convivieran. Y así surgió “Instalación y Poemas” y que actualmente estamos compartiendo en Casa de la Cultura hasta el 14 de agosto y previamente la inauguramos en el Museo Almeida. El punto de contacto es el encuentro de ambas expresiones y eso se dio de manera natural, sin forzar ningún vínculo.

-Cómo convive la profesión de abogado, la vocación artística y al mismo tiempo la actividad gremial teniendo en cuenta que es presidente del Colegio de Abogados…
-Por el momento bastante bien. Pero en esto soy un convencido de que una persona es lo que es también por los otros y esto lo pronuncio desde el agradecimiento. Y el agradecimiento también es una enseñanza que me viene del hogar.

-Podría dar ejemplos.
-Muchos. Cuando estaba estudiando abogacía, tuve la suerte de que el doctor Julio Majul me incorpore a su estudio. Me recibí en 2004 y me matriculé en la ciudad en 2005 y la experiencia al lado de Majul fue trascendental para mí, porque él tiene una mirada muy personal sobre la profesión y un compromiso innegociable con la comunidad. No es sencillo encontrar a alguien que te invite a su casa y te haga sentir que estás en la tuya. Por eso soy un gran agradecido, que de una relación laboral mutó a una gran amistad. Y volviendo al desarrollo de estas vocaciones, no siento que el arte le saque tiempo a la abogacía o atender la abogacía le quite tiempo al Colegio de Abogados. Todo se complementa. Con el dibujo aprendí que había que mostrar lo que uno hacía. Pero había que hacerlo no como una actitud egocéntrica o vacía, sino porque se completa y se enriquece cuando se comparte. Lo que se comparte se enriquece en ese mismo gesto. Por eso más que esconderme en el dibujo, me expongo y quedo sujeto a la mirada del otro. Y esto no tiene que ver con una actitud individual, sino que es algo que debo hacer incluso muy a pesar mío.

-Volvamos a Instalación y Poemas. Inicialmente fue creada para el ámbito del Museo Almeida y ahora se exhibe en la Casa de la Cultura. Al cambiar de escenario, qué pasa con esa obra.
-Sigue siendo y sigue expresando… porque la escenografía de la Casa de la Cultura le aporta también un plus que antes no tenía y lo mismo pasó con el Museo Almeida. Es una obra que se adapta muy bien.

-¿Con qué herramientas trabaja?
-Con gubias y trinchetas industriales. Pero la herramienta principal es la idea, que a veces me sorprende en el mismo monte cuando voy a elegir la planta. Y quiero decir algo al respecto: no las junto como un depredador, sino que tomo aquellas que generalmente ya están desprendidas o en proceso de secarse. Y antes de tomarlas, debo encontrar en esas ramas la figura que ando buscando… y al revés, una rama me puede prefigurar una inspiración. El Mataojos tiene algunas particularidades. Por ejemplo, nunca crece derecho y sus ramas son muy largas y siempre conservan su esencia. Miguel Lemes, que es el guía del Museo Almeida, siempre me dice que el Mataojos es como las personas: a simple vista es sumamente sencillo y sacándole un poquito podemos descubrir cosas maravillosas. Y con las personas -como con la vida- siempre hay que intentar ir un poco más allá y no quedarse en la mera superficie.

Por Nahuel Maciel
EL ARGENTINO


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