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Diario El Argentinoviernes 26 de abril de 2024
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La Semana de la Fe y el Amor

La Semana de la Fe y el Amor

Por monseñor Jorge Eduardo Lozano (*)


Hay momentos en el año que son especialmente significativos para algunos: los tiempos de los exámenes, las vacaciones, el propio cumpleaños, el viaje de egresados, un retiro espiritual...
Los cristianos empezamos una Semana tan especial -entre las demás- que la llamamos Santa. Tiene los mismos siete días que las demás, pero en ella realizamos celebraciones tan únicas y particulares que nos ayudan a adentrarnos en el Amor que Dios nos tiene, a reavivar esa conciencia de ser sus hijos tan queridos.
En estos días se multiplican las propuestas de oraciones en los horarios más diversos. Vía Crucis por las calles, adoración en los templos, misas y vigilias... Fijate cuáles te son más cercanos y accesibles, y no dejes de arrimarte y participar. Podremos conmemorar y hacer presentes con gestos y oraciones -en tu casa, tu barrio, tu parroquia o capilla- los momentos culminantes de la Salvación que Dios regala a su Pueblo. Seguramente la TV nos mostrará algunas imágenes de lo que Francisco vaya celebrando en Roma, y es una oportunidad para sumarnos en la oración.
Hoy, Domingo de Ramos, hacemos memoria de la entrada de Jesús en Jerusalén. Salimos del templo para ir a su encuentro.
La procesión que realizamos en la calle con ramos en las manos tiene una dimensión festiva. Pero es una marcha hacia la Pasión, Muerte y Resurrección de Jesús. El Evangelio de San Marcos que hoy se lee, nos lo muestra a Jesús como entrando a una ceremonia litúrgica: sereno, montado en un sencillo burrito, mientras la gente entona Salmos e himnos.
De manera particular en casi todas las Diócesis del mundo se convoca a los jóvenes a vivir de cerca un encuentro con Jesús. El lema que el Papa Francisco les propuso, es una de las Bienaventuranzas: “Bienaventurados los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios”. (Mt 5, 8)
Te comparto algunas frases del mensaje del Santo Padre a los jóvenes, que vienen muy bien también para los adultos. Acerca de buscar a Jesús en la oración, les dice:
“La invitación del Señor a encontrarse con Él se dirige a cada uno de ustedes, en cualquier lugar o situación en que se encuentre. Basta «tomar la decisión de dejarse encontrar por Él, de intentarlo cada día sin descanso. No hay razón para que alguien piense que esta invitación no es para él» (Evangelii gaudium, 3). Todos somos pecadores, necesitados de ser purificados por el Señor. Pero basta dar un pequeño paso hacia Jesús para descubrir que Él nos espera siempre con los brazos abiertos, sobre todo en el Sacramento de la Reconciliación, ocasión privilegiada para encontrar la misericordia divina que purifica y recrea nuestros corazones.”

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“Sí, queridos jóvenes, el Señor quiere encontrarse con nosotros, quiere dejarnos ‘ver’ su rostro. Me preguntarán: ‘Pero, ¿cómo?’. También Santa Teresa de Ávila, que nació hace ahora precisamente 500 años en España, desde pequeña decía a sus padres: «Quiero ver a Dios». Después descubrió el camino de la oración, que describió como «tratar de amistad, estando muchas veces tratando a solas con quien sabemos nos ama» (Libro de la vida, 8, 5). Por eso, les pregunto: ¿rezan? ¿Saben que pueden hablar con Jesús, con el Padre, con el Espíritu Santo, como se habla con un amigo? Y no un amigo cualquiera, sino el mejor amigo, el amigo de más confianza. Prueben a hacerlo, con sencillez. Descubrirán lo que un campesino de Ars decía a su santo Cura: Cuando estoy rezando ante el Sagrario, «yo le miro y Él me mira» (Catecismo de la Iglesia Católica, 2715).”
Pero a Jesús lo encontramos además en otros “lugares” también sagrados. Por eso Francisco les escribe: “Descubran que se puede ‘ver’ a Dios también en el rostro de los hermanos, especialmente de los más olvidados: los pobres, los hambrientos, los sedientos, los extranjeros, los encarcelados (cf. Mt 25,31-46). ¿Han tenido alguna experiencia? Queridos jóvenes, para entrar en la lógica del Reino de Dios es necesario reconocerse pobre con los pobres. Un corazón puro es necesariamente también un corazón despojado, que sabe abajarse y compartir la vida con los más necesitados.”
Y cómo no enseñar acerca del amor: “Durante la juventud, emerge la gran riqueza afectiva que hay en sus corazones, el deseo profundo de un amor verdadero, maravilloso, grande. ¡Cuánta energía hay en esta capacidad de amar y ser amado! No permitan que este valor tan precioso sea falseado, destruido o menoscabado. Esto sucede cuando nuestras relaciones están marcadas por la instrumentalización del prójimo para los propios fines egoístas, en ocasiones como mero objeto de placer. El corazón queda herido y triste tras esas experiencias negativas. Se lo ruego: no tengan miedo al amor verdadero, aquel que nos enseña Jesús”.

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Te deseo que tengas una gran Semana Santa, cargada de luz. El 2 de abril tengamos una oración especial por quienes murieron a causa de la guerra que se inició ese día en 1982.

(*) Monseñor Jorge Eduardo Lozano es obispo de Gualeguaychú y presidente de la Comisión Episcopal de Pastoral Social.



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