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Diario El Argentinoviernes 26 de abril de 2024
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Mujeres que hacen cosas...

Su servicio es acompañar al que sufre, al enfermo, al que está solo

  Su servicio es acompañar al que sufre, al enfermo, al que está solo

  Alicia Susana Antúnez es, en realidad, Cata Coronel. Y se presenta así porque su abuelo paterno la decía Catita cuando era chica. Con los años, el sobrenombre viró a Cata y el matrimonio le dio el Coronel que lleva con orgullo. “Todos me conocen así”, dijo cuando charlamos.



Docente jubilada de la Escuela Nº 8 Rosendo Fraga, del Barrio Franco, Cata contó “soy profesora de chicos especiales, recibida en ISPED, y trabajé 27 años en la Escuela 8. Pude haberme cambiado, haber venido al centro, pero había algo en mí que me decía que debía quedarme allá y me quedé. Hoy hace 45 años que estoy ligada, involucrada con la gente de la zona. Amo sus niños, sus abuelos y en este momento, estoy trabajando en el Hogar de Cristo, por los adolescentes”.
Cata contó que Toto Irigoyen y Lucy Rossi la marcaron al punto de considerarlas sus referentes.
“Me acuerdo ver a Toto cruzando la calle, sin importarle quedar toda embarrada y preguntarnos “¿hace mucho que fulanito no viene?”. Si le decíamos sí, nos respondía “bueno, hay que ir a buscarlo”.
“Esto se reiteraba y un día que vino a la escuela, luego de preguntar por algún chico que no había visto, pidió “¿habrá alguna maestra que me acompañe? Fui con ella (de esto, hace treinta y pico de años, aclaró) y nos encontramos con una realidad tremenda: en un ranchito chiquitito, había una sola cama y en ella, cinco criaturas, solitas. Probablemente sus padres habían salido en busca de comida, porque sabíamos que la mamá era cartonera. Pero los trajimos a la Guardería y de a poquito, se fueron integrando”.
“A Lucy Rossi -siguió- tuve la gracia de conocerla cuando empezó a trabajar en la parroquia San Juan Bautista, con un proyecto de formación con el sacerdote Jorge Pelay”.
“En este trabajo, Lucy comenzó a enseñarnos la verdadera evangelización. Porque no podés hablarle a la gente si no sabés de qué se trata y además, no se ama lo que no se conoce”.
“Pelay y Lucy nos prepararon todas las encíclicas de la pastoral social de la Iglesia. Ahí aprendí a amar a mis hermanos, con todas sus virtudes y carencias. Pero Lucy me enseñó algo más maravilloso: a compartir la eucaristía diaria. Me decía “te levantás, vas a Misa, recibís al Señor y después hacés cualquier cosa. Con eso no hay barreras, porque eso es el amor”, me decía convencida”.
Estando en contacto permanente con situaciones graves, difíciles, corrés el riesgo de que esto te afecte. ¿te preocupa?, le preguntamos y Cata dijo “el dolor del hermano te debe doler a vos. Esa es la misericordia”.
A esta altura, vale señalar que hay otras cosas que llenan su día, que es bastante variado. Por las mañanas cuida a sus nietos Hipólito e Inesita “porque no quise que los cuidara nadie más que su abuela”, dijo orgullosa y firme. Y esta es la razón por la que dejó de concurrir al Centro de CONIN hace un tiempo. Y como se toma el abuelazgo como un servicio, en ocasiones se suman Bautista, Agustín y Valentino.
“Y de tarde, desde las tres, empiezo a ir a rezar a donde corresponda: al Hogar de Ancianos, el Hogar de Cristo, al Perpetuo Socorro. Los jueves hacemos adoración del Santísimo, los viernes a las tres de la tarde rezamos en San Juan Bautista el Vía Crucis y la coronilla de la divina Misericordia. Nos consagramos y después salimos a la acción, a visitar enfermos, a rezar con los agonizantes. Es un apostolado que no todos pueden asumir, porque es muy fuerte, pero plenifica”.
¿Qué pasa en casa con todas estas actividades puertas afuera? ¿Te las respetan o a veces tenés que convencerlos?
“Al principio había problemas con la mesa de la Nochebuena. Como iba a la Misa, me reclamaban porque tenían que esperarme. Y yo les decía “todo esto lo tenemos gracias al Señor”. Y con semejante argumento, la discusión quedaba zanjada.
Sin esperar a que preguntemos, Cata dijo “yo estoy agradecida de Dios y de la vida.
Me ha regalado una familia, hijos, nietos, mis hermanos de la comunidad, la gracia de servir.... Tengo 65 años y lo mío es el contacto con la gente, el cara a cara, el mirar a los ojos”.
Cata está segura que Jesús está siempre, que “no hizo una jugada de taquito, sino que puso el pecho, del que salieron el agua y la sangre: la vida y la reconciliación”.
“Cuando vamos a rezar al Hogar de ancianos, es un pretexto. Conversamos con los abuelos, les hago bromas, y logro una sonrisa. Es como cuando me sonríe un chico enfermo o un adicto: es un pedacito de cielo”.
Y esto lo agradece cada noche, al hacer el balance del día. “Le doy gracias al Señor y le digo “haz de mí lo que te agrade”, mi frase de cada noche, que se la robé a Santa Faustina”, confesó.
Ella está convencida “que hay que dar testimonio del amor”. Y en base a esto, ha sabido perdonar. Y cuando le habla a una persona con el alma herida, sabe de lo que se trata.
Por eso cuando lleva la palabra, lo hace con el respaldo que le da su propia experiencia, con pruebas duras que ha superado aferrándose a Dios.
Por eso, seguramente, cuando llegó a la entrevista lo primero que hizo fue entregarnos un denario, su forma de dejar una semilla, su entrega de un tesoro valiosísimo.
Hoy está plena y con ganas, y piensa multiplicarlas, si el Señor me lo permite...”, como dijo al despedirse.

 

Por Silvina Esnaola








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