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Diario El Argentinosábado 18 de mayo de 2024
Opinión

De nuestro pago: Goyo Aguilar, payador gualeguaychuense

De nuestro pago: Goyo Aguilar,  payador gualeguaychuense

Por Pedro Luis Barcia (*)  


 

 

El payador es una figura funcional en la cultura folklórica. Es el creador repentista que improvisa sus versos, a partir de situaciones que se dan en el seno de la comunidad (un bautismo, un casamiento) o responde a preguntas del corro animado (¿qué es una suegra?, ¿qué es la muerte?), o narra sus aventuras o desgracias. Todo el Martín Fierro es presentado como una larga payada del protagonista, que en su seno contienen otras payadas la historia de Cruz, por ejemplo; y, en la segunda parte, las de sus dos hijos, el de Cruz, y, además, una payada de contrapunto con el Moreno.

A diferencia de lo que pasa con los cantores o los fabuladores populares, es decir los creadores y narradores de cuentos cuyos nombres quedan en la anonimia, en el caso del payador, suelen recordarse. Hay una larga bibliografía sobre su arte y sus biografías; es el caso de los afamados José Bettinotti o Gabino Ezeiza. Ambos fueron captados por la política, radicales y conservadores, para entretener al auditorio en los mitines. Hoy payan los candidatos sin guitarra.

Cuando yo era chico he asistido en la Costanera a duelos contrapuntísticos entre payadores uruguayos (un tal Silvita, que era impresionante) y los nuestros, que no eran lerdos. Se recuerda que cuando el “Pardo” Ezeiza estuvo en Gualeguaychú, respondiendo cuestiones en el teatro, abre un papel que decía: “¿Qué es metempsicosis?”. Gabino rasgueó dos veces la viola y contestó: “Al que me mete en psicosis/ le digo en estilo vario/ ¿por qué al mandar la palabra/ no me mandó el diccionario?”.

Entre nosotros vivió, sobre fines del siglo XIX, don Gregorio Aguilar (“mozo de buena opinión. / Largucho, tirando a flaco /, guitarrero y chacotón”). Don Goyo había sido soldado en las filas de Urquiza. Era analfabeto, de esos que llama con acierto Pedro Salinas: “Analfabeto profundo”, pues saben cosas fundamentales de la vida y de la muerte, del trabajo y del amor. Y pueden cantar sobre ellas.

Olga Fernández Latour de Botas publicó una excelente obra: Cantares históricos de la tradición argentina (1960), ampliando y perfeccionando la del maestro Juan Alfonso Carrizo (a quien le oí dar una conferencia, aquí, en el cine Palma y recitar larguísimos romances de materia histórica, con su fabulosa memoria). Compila y estudia 250 cantares. De entre ellos hay ocho de la autoría de Goyo Aguilar. Es un hecho insólito porque el resto del material es anónimo. Posiblemente, alguien que era alfabeto copió en un cuaderno las improvisaciones de Goyo y quedó ese cuaderno en el seno de la familia y sus parientes, memoriosos, retuvieron esos poemas. A la hora en que nuestras maestras recogieron el material folklórico para la Encuesta del Consejo Nacional de Educación de 1921 (le dedicaré una columnita a esas docentes) parientes de don Goyo fueron los informantes orales: Eusebio González, de 78 años, e Hilarión Aguilar “sobrino de don Goyo”,  de 75 años, informan las maestras en el legajo 204, de la Escuela N° 5 de Gualeguaychú. Dejo constancia de los textos de don Goyo para el lector que quiera repasarlos enteros. Todos están compuestos en décimas, estrofa desafiante y grata para los payadores. El cantar 63 es un diálogo entre Rosas y Manuelita sobre la derrota que les ha infringido Urquiza. El 126 es un elogio de don Justo que comenta las muertes de dos caudillos: Dorrego y Peñaloza. El 165 juega con la voz “Sarmiento” y compara las acciones de don Faustino y de Justo José. El 168 son décimas sobre la intervención de Entre Ríos en 1870. El 176 considera la primera emigración de los jordanistas.  El 181 se refiere a la tercera rebelión de López Jordán y su ataque a Gualeguaychú, el 14 de julio de 1876, en que se apodera de la plaza al vencer al comandante Reynaldo Villar. Y el octavo cantar, el 228 es un comentario ponderativo de una visita del general Racedo.

Goyo era conocido como afecto a empinar el codo, lo que sin duda fogoneaba su inspiración. Por eso, se dice que lo apodaron “Masilla”, porque vivía pegado al vidrio. He oído contar, en boca de mi padre, hacia 1947, dos anécdotas. Todos estaban escanciando su ginebra en el mostrador de un boliche, instalado en la línea de llegada de las cuadreras. Don Goyo, entró gritando: “¡Ellos son, y se vinieron!”. Todos corrieron afuera para ver la puja… Y Goyo entró y se embuchó el resto de todas las copas que había sobre el mostrador. Otra versión, posterior, de la tradición le atribuye el caso a “Perra Negra”, un personaje popular de la década de 1960. Estos son los trasvases propios de la trasmisión oral.

En otra ocasión, en ese boliche había una trampa para el sótano. Goyo,  que no la vio abierta, cayó en el hueco. Suspenso general. Y luego de unos minutos, se  ve asomar su cabezota y espeta: “Tres cosas en este mundo/ he visto resucitar: / carnaval y Jesucristo/ y el viejo Goyo Aguilar”. Se es payador natural hasta en las peores circunstancias.

 

(*) Pedro Luis Barcia es ex presidente de las Academia Nacional de Educación y Argentina de Letras.


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