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Diario El Argentinoviernes 26 de abril de 2024
Colaboraciones

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De visita por Madrid

De visita por Madrid

La puerta de Alcalá en Madrid.


Los madrileños viven días de incertidumbre por la novela que sus representantes políticos les hicieron pasar. El Gobierno de España, ante el nuevo repunte de coronavirus, quiso cerrar la capital para controlar la curva de contagios.

 

Por Martín Davico

 

El gobierno de Madrid, que no estaba de acuerdo, acató la medida pero inmediatamente apeló a la justicia. Ésta le dio la razón e invalidó las medidas del Gobierno Nacional. Pero entonces, éste, se salió con la suya: decretó el Estado de Alarma Sanitaria, un instrumento legal que le permite mantener durante dos semanas las medidas que la justicia le había invalidado...

Es lunes 12 de octubre y en la península Ibérica se celebra el Día de la Hispanidad. Camino a través del Parque del Retiro en dirección al Museo Reina Sofía. En la radio que sintonizo, el locutor utiliza un lenguaje eurocéntrico cuando habla del “descubrimiento de América” y de “la llegada de la civilización”. Por la Puerta de Alcalá, decenas de autos pasan con banderas de España y las bocinas retumban como festejando un campeonato. Ante el espectáculo, hago una foto y la envío a un grupo de amigos catalanes. Una de las integrantes, Anna, comenta con ironía: “¡Nunca decepcionan!”.

En el reina Sofía pregunto dónde se exhibe el ‘Guernica’. La mujer que me indica la sala, de unos 65 años, me da pie para que le pregunte por las medidas tomadas en la ciudad. “Nos están arruinando”, dice, “al museo no viene casi nadie. Este verano sólo han entrado españoles y algunos franceses.

Ni chinos ni japoneses. El gran contagio en Madrid empezó con el acto multitudinario del 8 de marzo, que los de Podemos utilizaron políticamente. Todo muy anticuado, además, aquí hombres y mujeres somos iguales. Y si alguien se pasa diciéndome algo en la calle, oiga, que me da un pronto y le doy de hostias…”.

 Minutos después, me paro frente a la obra más famosa de Picasso. El cuadro, de casi ocho metros de largo, representa la destrucción, el dolor, el exterminio y el terror causados por el bombardeo de aquel fatídico lunes de mercado. Mientras lo observo y descubro detalles, se acerca un guía explicando la simbología del cuadro. El palabrerío, lleno de lógica y de razón, deja en ruinasmi experiencia contemplativa. ¿Qué diría Pablo Picasso si escucharalo que seinterpreta desu obra?

Dos días más tarde, visito el museo más importante de España, el Museo del Prado. Durante el confinamiento permaneció cerrado y reabrió sus puertas con la exposición ‘Reencuentro’. En la entrada un cartel lo explica: “El Museo del Prado reabre con las precauciones que impone la realidad sanitaria, cuya consecuencia es la reducción de la superficie expositiva. A tal fin se ha diseñado una presentación singular de la colección que muestra sus obras emblemáticas de forma totalmente inédita.

 El resultado es una apabullante concentración de obras maestras que quedará en la memoria de los visitantes”.

Al entrar, en la Galería Central, me encuentro con ‘La rendición de Breda' de Diego  Velázquez, una pintura que retrata una escena prácticamente impensable para nuestros tiempos: el gobernador de Breda, como símbolo de rendición, entrega las llaves de la ciudadal general de las tropas españolas, Ambrosio Spínola, quien en un acto de magnanimidad impide al vencido que se ponga de rodillas.

En la misma sala, doy con una de las famosas pinturas negras de Francisco de Goya y Lucientes,‘Saturno'. Una escena escalofriante en la que un viejo con ojos desorbitados se come la cabeza de un niño.Una alegoría al dios mitológico Saturno, quien desesperado por la premonición de que será destronado por uno de sus vástagos, decide comerlos uno por uno.Una representación más deun sentimiento tan humano como el miedo a perder el poder.

Es la mañana del 18 de octubre y, aprovechando la gratuidad de los museos, me dirijo al Museo Nacional de Antropología. El aire frío refresca los pulmones y parece que los limpia. Antes de llegar, entro a un barque está vacío y pido un café con leche con churros. Mientras desayuno le pregunto al camarero por lo que piensa del estado de alarma. Equidistante, corta por lo sano y no toma partido: “Que yo esté o no de acuerdo con todo esto es secundario. El tema es que mira cómo está el bar, además nos hacen cerrar a las once de la noche, la cosa está mal, muy mal”.

 En el  Museo de Antropología me toman la temperatura y paseo entre niños chillones y padres amaestrados. En las salas están los testimonios de las grandes civilizaciones que pasaron por España: los fenicios, los griegos, los romanos, los árabes…Una historia milenaria que evidencia la corta edad de Latinoamérica y que explica uno de sus males: el escaso sentido de pertenencia, de arraigo y de compromiso, transmitido de generación en generación, de buena parte de quienes la poblaron y gobernaron en los últimos dos siglos.

En el sector de Hispania, como llamaban los romanos a la península Ibérica, una mujer de vigilancia está ofuscada y le dice a otra: “Avisa en la puerta de entrada que esto se está desbordando”. Para sacarle alguna información, le pregunto por el aforo del museo y detalla: “La capacidad permitida es del  50% de lo normal, pero como la gente no puede salir de Madrid, esto está a tope. Los madrileños somos así: solo hace falta que nos pidan quedarnos en casapara que salgamoscomo locos a la calle”.

Es miércoles y leo una entrevista al profesor Santiago Niño Becerra, famoso por vaticinar la crisis del 2008 en pleno auge del 'milagro español'. Es catedrático de Estructura Económica y acaba de publicar un nuevo libro cuyo título pone fecha de defunción al actual sistema económico: 'Capitalismo (1679-2065)'.

En el reportaje dice: “Cada vez van a ser necesarias menos horas de trabajo. ¿Qué hacemos entonces con ese excedente de mano de obra? En el siglo XIX fue muy fácil: cuando sobró gente en Europa,  50 millones de europeos emigraron a Estados Unidos y América Latina. ¿Pero a dónde van a emigrar hoy en día? ¿A Marte?”. Sin optimismo opina de la situación actual: “Personalmente creo que España ha perdido el tren económico. Le voy a dar un dato: el 28% del PIB de España lo generan el turismo, más la hostelería, más la restauración, más el ocio y más el transporte. Prácticamente un euro de cada tres. Todas esas actividades implican dependencia de los demás. Usted no puede ir a Suecia, coger a un sueco de una oreja y traérselo a España para que haga turismo; el sueco vendrá si quiere venir y si no quiere venir a España, pues se irá a otro sitio.

 La dependencia de España respecto a otros países es inmensa, con lo cual yo entiendo que cambiar el modelo productivo ya es imposible. El pescado ya está todo vendido”.Y como corolario final, pronosticaque en el futuro los estados no tendrán más remedio que aplicar lo que él llama “el trinomio social”:Renta básica universal, legalización de la marihuana y ocio gratis, “para calmar los ánimos de una población cada vez más empobrecida”.

Es domingo en el barrio La Elipa. Junto a Nuria, Celia y Andrés, pasamos la tarde en el parque Quinta de la Fuente del Berro. Tres perros se revuelcan jugando en el pasto y Nuria los mira sin decir nada. Cuando atardece, vamos al bar J & J a tomar unas cañas a sabiendas de que por cada ronda te obsequian una tapa. Nuria es madrileña, pero Celia, Andrés y yo, somos gualeguaychuenses.

En un momento de la charla, en que hablamos del pasado, les pregunto si somos parte de la generaciónde los millennials. “Que optimista”, dicen ellos, y concluimos que pertenecemos al coletazo final de la llamada 'generación X'.

Y comparando con aquellos tiempos, en que apenas nos llegaba la información, en que íbamos a todas partes con las llaves de casa colgadas al cuello e ignorábamos nuestra libertad, no nos deja de invadir esa clásica sensación de que todo tiempo pasado fue mejor.

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