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Diario El Argentinoviernes 26 de abril de 2024
Opinión

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La demonización de los productores 

La demonización de los productores 

   


El conflicto por una la estancia de una de las familias más ricas y poderosas de Argentina devino en una pugna política en la que la prepotencia de un puñado de personas sirvió para demonizar, una vez más, a los productores.

Las aguas están agitadas en la ribera del Paraná. Tanto el gobierno como el PRO están en plena batalla por la construcción de un relato hegemónico: por un lado la propiedad privada como estandarte, en un país con tomas surgidas por necesidades básicas insatisfechas o reclamos históricos, en un complejo escenario donde la pobreza no para de crecer; por el otro, una parte del peronismo quiere fogonear el debate sobre la concentración de la tierra y el modelo productivo.

En estos días Dolores Etchevehere logró algo que no había podido concretar en años; puso en agenda la discusión por su herencia politizando el reclamo al tocar dos temas sensibles para el país: la distribución de la tierra y el modelo productivo. Astuta, cual ingeniera política, montó un escenario donde pasó de una compleja trama familiar a una disputa que llevó a enfrentar en una batalla a carne viva a productores con ecologistas y activistas sociales.

El temor corre rápido en el interior profundo: existe el miedo a perder lo que se tiene, a que el Estado permita arrebatos planificados. En ese contexto salieron a la luz audios que dejaron perplejos a muchos y que la militancia periodística oficialista se ocupó de instalar en redes y medios paraestatales que nada debaten sobre las políticas agroindustriales del gobierno. Solo se ocupan de demonizar a los productores realizando una sustitución por generalización, justificando el programa que Dolores Etchevehere lleva de la mano con Juan Grabois, ungido por la Iglesia tercermundista e idolatrado por el peronismo gobernante.

Una vez más -como en 2008- los productores son construidos como los enemigos del pueblo: prepotentes, abusadores, soberbios, que ignoran el Estado de derecho y violentos. Nadie dice que mientras un puñado chacareros –con simpatía por el PRO- protesta y profiere calumnias hay miles de productores que prefirieron quedarse trabajando en sus campos, para que el país pueda seguir teniendo los alimentos y las divisas que tanto necesita.

El oficialismo también omite -intencionalmente- en sus medios que no todos los pequeños y medianos productores son como el ex presidente de La Rural y ex ministro de Agroindustria del gobierno de Cambiemos, Luís Miguel Etchevehere. Hoy la mayoría de quienes están en los campos deben arrendar, para poder llevar adelante sus cosechas.

La pequeña y mediana burguesía agraria está ahí, entre el temor y la incertidumbre en un país que no tiene reglas claras y donde las gestiones (sin importar el color político) ignoran una agenda que podría potenciar la diversificación de la producción -hoy imprescindible (ante las consecuencias del efecto invernadero)- y también la distribución del trabajo sobre la tierra, ya que Entre Ríos tenía casi 22 mil productores (según el último censo serio) -en el fallido censo de Moreno de 2008, 18.000- y en último de 2018 no llega a 14.000.

 

Es que los pequeños y medianos productores y sus hijos deciden abandonar su tradición ante la ausencia de políticas claras que promuevan la diversidad en la tenencia de la tierra y fomenten el uso y conservación de los suelos. Precisamente, el gobierno impulsa la división para correr del eje los verdaderos debates que no se anima a encarar.

 

 Por: Renzo Righelato,

director periodístico AIM.

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