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Diario El Argentinoviernes 10 de mayo de 2024
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"Yo amo vivir" dijo Oscar Sánchez, visitante permanente de la plaza San Martín

"Yo amo vivir" dijo Oscar Sánchez, visitante permanente de la plaza San Martín

Ya sea por llegar rápidamente a un destino o una simple falta de atención o interés, a veces las personas no observan lo que realmente sucede a su alrededor. Por ejemplo, muchas pasan a diario por la plaza San Martín, espacio histórico de la bella Gualeguaychú, sin notar algunas miradas. Sin notar algunas sonrisas. Sin notar algunas vidas.


Por Franco Vitale
De manera frecuente, en ese lugar y sentado sobre algún banco, se encuentra Oscar Sánchez, un hombre acostumbrado a la intemperie. A veces esta indiferencia que lleva el no ver, se alimenta con el prejuicio. Oscar Sánchez además de ser experto de intemperies y soledades, es dueño de una mirada que lo hace parecer un hombre sin tiempo.
EL ARGENTINO dialogó con él para compartir también qué piensan y qué sienten los que pueden ser considerados como los desheredados de la tierra. Él confiesa que le “gustan las personas”, que las ama y respeta. “Eso es lo más lindo que podes hacer en el mundo. Pero es muy difícil que los demás se relacionen conmigo. Supongo que piensan que no pueden ayudarme, pero a mí, con un oído me basta”, dirá con una voz que también refleja el alma de alguien que reflexiona sin resentimientos.
 
-¿Dónde nació?
-Nací en Gualeguay, pero vine a esta ciudad cuando era muy chiquito. Llegué con mi hermano que era más grande y mi mamá, que se llamaba María Lorenza Sánchez. Acá me crié.
 
-¿Cómo transcurrió su juventud en Gualeguaychú?
-Vivía por Pueblo Nuevo. En la casa de mi madre, porque mi hermano vivía en otro lado. A los siete años trabajaba en un circo. Me gustaba mucho, pero no pagaban casi nada. Se fueron y yo no me quise ir. Tampoco fui más a la escuela… hice hasta primer grado. Quería ser político, para pasar mi tiempo y ganar plata. También quería ser abogado. Un día le pregunté a uno si me quería enseñar la profesión y me dijo que no podía, porque primero yo tenía que terminar la escuela. Intenté explicarle que quería aprender las cosas necesarias, pero no de los libros, porque no se leer ni escribir. Pero no me dio bolilla.
 
-¿Qué pasó después?
-Comencé a practicar boxeo, pero no me fue bien. Hay que saber andar en la vida, y si sabes andar, tenés flor de vida: una mujer y amigos. Hoy, se me acabaron ambas cosas. Pero lo tengo a él, es mi perro y mi mejor amigo. Se llama “Cuchi”. Yo tenía muchos amiguitos de pibe, pero cuando se fue mi vieja (posa su mirada en el suelo, como depositando su tristeza entre las baldosas).
 
-¿Cómo es su vida en la actualidad?
-Y… estoy acá, tirado. Un vecino, generosamente me ayuda con un poco de dinero. Las monjas y los curas son muy buenos conmigo, me ayudan con alimentos. Pero después me descompongo (dice mientras señala su boca con el dedo pulgar y lo mueve de atrás hacia delante, indicando que se lo gasta en bebidas alcohólicas). Me pongo muy mal si no tengo para tomar. Perdí a toda mi familia por eso. Ahora estoy solo. Mi mujer era la única que me soportaba, pero también se cansó de mí. Hoy en día estoy en esta plaza. Camino. Observo. Y lucho por mi vida.
 
-¿Tiene algún tipo de trabajo?
-No puedo trabajar, estoy muy enfermo. Mi mayor dificultad es mi hernia, pero también tengo una ulcera y problemas de oído y vista.
 
-¿Tuvo asistencia médica?
-Sí, fui al hospital. Me dijeron que para sacarme la hernia me tenían que poner una aguja y cortarme. A mí me da mucho miedo eso. No me voy a dejar cotar. A mí no me corta nadie.
 
-Siempre se lo ve en la plaza. ¿Por qué elige este lugar y qué representa para usted?
-La plaza representa mucho para mí. Acá despejo mi mente y reflexiono. Me siento como en un hogar con mucha gente que elijo todos los días, sin molestar a nadie. Por acá pasan personas todos los días y es bueno que sea así. Me gustan las personas, las amo y respeto. Eso es lo más lindo que podes hacer en el mundo. Pero es muy difícil que los demás se relacionen conmigo. Supongo que piensan que no pueden ayudarme, pero a mí, con un oído me basta. Así que todos los días le doy gracias a Dios por la gente que se preocupa por mí. También pienso que la idea de una calesita en este espacio es muy buena, reúne a todo tipo de chicos y me pongo muy contento al ver cómo las criaturas son felices jugando, contagiando su alegría. Ellos no necesitan casi nada.
 
-¿Qué piensa de Gualeguaychú?
-Gualeguaychú es una ciudad hermosa. Me gustan su gente, su parque, su río… hay belleza por donde uno mire. Siempre la recorro y encuentro nuevas cosas positivas en ella. Lo que sí me molesta es que la gente no la cuide. La ciudad es de todos y entre todos tenemos que tratar de que siga siendo hermosa.
 
-¿Qué le gustaría hacer?
-En lo personal, me gustaría navegar. Desde pibe lo soñé. Me encantaría ayudar a los demás, gastar mi tiempo en cosas útiles, hacerme querer. Soy conciente de que la mayoría de mis sueños no pueden realizarse, pero eso no me impide ser feliz: yo amo vivir.
 
(*) Franco Vitale cursa quinto año Bachiller en el Colegio Pío XII.


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