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Carta de Lectores

Capacitados y discapacitados

Capacitados y discapacitados

Por Pipo Pescador (especial para EL ARGENTINO) -  Acabo de recibir EL ARGENTINO del sábado. Me gusta leer todavía en papel. Es una manía que tengo, que no puedo ni quiero corregir porque como dije antes, me cuesta renunciar al crujido de la hoja cuando se despliega. Como una mariposa blanca y negra que está a punto


de levantar vuelo y algunas veces moja la punta de sus alas en el café con leche. Estoy muy actualizado, lo juro, tengo BlackBerry, Mac sin cables y me compro lo último que sale en tecnología. Pero no la voy con el diario “on line”... me cuesta. Fuera de bromas, quedé impresionado con lo que leí en la hoja nueve.
La nota de Nahuel Maciel a Eduardo Bassini es toda una conmoción para mí. Me hace dudar de mis capacidades y me plantea la duda de qué es capacidad y qué es discapacidad.
Ver es un bien que viene con la vida. Lo recibimos en la cuna como las princesas reciben los dones de las hadas cuando nacen.
Convivimos con él con naturalidad y no lo valoramos porque está incluido. No nos cuesta esfuerzo usar esa luz ni tenemos conciencia de lo que podría significar su pérdida.
Y esa capacidad nos facilita la existencia, es como una madre que nos resuelve todo.
Bastará con cerrar los ojos e intentar seguir con nuestras tareas para entender de qué hablamos.
A veces somos buenos, solidarios y fuertes. También a veces tenemos confianza en nosotros mismos y nos valorizamos aceptablemente bien.
No voy a caer en la mala onda de auto flagelarme y flagelar a los demás porque no sería justo.
Con buena salud, algo disponible en la billetera y un poco de amor, todos somos lindos y amables.
El tema es que un puntero que rebota en el pizarrón puede destrozarnos los ojos a los nueve años y sumergirnos para siempre en las sombras.
Ahí puede comenzar una nueva historia. Ya no se trata de crecer, de estudiar, de buscar la victoria en el trabajo o en la profesión.
Se trata de desafiarse a subir con esfuerzo denodado una escalera dura, de escalones altos, en la oscuridad absoluta.
Se trata además de amar la vida mucho más de lo que la vida nos ama a nosotros, de ejercitar la tremenda pasión por conservarla, por
honrarla, por capacitarnos, cuando las hadas nos dan la espalda y nos retiran los dones.
En ese sentido, sin otro problema visual que ponerme anteojos para leer, recién llegado del cine, a punto de ver las noticias de la noche en la tele, reflexiono: ¿Sería yo capaz de enfrentar la vida sin mis ojos? ¿Sería yo capaz de ser buena persona, si el destino me quita algo tan imprescindible? ¿Podría seguir adelante sin rencores, sin autocompasión, haciendo todo lo posible por mejorar mi condición?
¿Y si además estoy ciego porque los cirujanos se equivocaron y me operaron mal? ¿Podría dominar mi deseo de venganza por un error tan nefasto y de consecuencias tan brutales para mi futuro?
No sé si tendría la capacidad necesaria para capacitarme, el coraje y la paciencia imprescindibles para viajar con esfuerzo a estudiar el Braille, para adaptarme a la nueva realidad, disolviendo la bronca.
Tener el recuerdo de los colores sin extrañarlos; poder imaginárselos, usar la memoria como una caja de pinturas abierta, como un arco iris. Sentirse agradecido a la vida porque no se ha nacido ciego y alguna vez se habitó en la luz.
Estoy seguro que este discapacitado puede enseñarme muchas cosas.
Está capacitado para enfrentar la realidad, para positivizar la tragedia, para hacerse cargo de su ceguera, que es hacerse cargo de su vida como le toca vivirla. A los videntes nos cuesta mucho.
Está capacitado para borrar la depresión, para creer en el futuro y apostar al esfuerzo con alegría... porque siento que además, es alegre.
Hoy se me renueva la fe en las personas; hoy creo un poco más en el prodigio de la esperanza.
Te saludo Eduardo Bassini y espero conocerte. Los hombres como vos, hacen fulgurar la humanidad y nos recuerdan que estamos hechos de una materia celestial. Guardaré la hoja de EL ARGENTINO para “mirarla” de vez en cuando, en esos días en que me levanto quejoso y nada me alcanza.


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